Informe semanal del Banco Ciudad
En los últimos dos meses, una vez pasada la etapa de mayor liquidación de divisas del agro, han comenzado a escasear los dólares comerciales, a lo cual se agrega la característica falta de dólares financieros que siguió a la instauración del cepo cambiario, pero que ahora se ve agravada por los efectos del “default” de una parte de la deuda pública.En este marco, pese a la relativa calma cambiaria que logró instaurar el gobierno a fuerza de controles en las últimas semanas, el tipo de cambio oficial continúa retrasándose y las reservas profundizando su caída, acumulándose cada vez más distorsiones y presiones a futuro. Las reservas internacionales aceleraron dramáticamente su ritmo de disminución tras el default parcial de la deuda pública, pasando de una suba mensual en junio de USD 737 millones, a caídas de USD 275 millones en julio, USD 383 millones en agosto y más de USD 700 millones en septiembre y octubre, dinámica que enciende luces amarillas respecto de la capacidad del gobierno de sostener la actual paridad cambiaria.
Según informó el INDEC esta semana, en septiembre, el superávit comercial se derrumbó un 44% en términos interanuales, a pesar de registrarse una nueva e importante disminución de las importaciones (-8%), afectadas tanto por la recesión económica como por las trabas comerciales oficiales. Las exportaciones se contrajeron un 12% anual, que más que compensó la caída de las compras externas, siendo éste el tercer mes consecutivo en el que se observan bajas en todos los grandes rubros de exportación, tanto agrícolas, como energéticos e industriales.
La respuesta oficial a esta baja de las exportaciones viene siendo un férreo control sobre las compras externas, aunque esta política viene trayendo más costos que beneficios, sobre todo en materia de actividad agregada. El menor ingreso de insumos importados genera serios ruidos al interior del aparato productivo, a la vez que se producen faltantes de bienes de
consumo que mantienen la inflación en niveles elevados, profundizándose la erosión de los salarios reales y el escenario recesivo.
Los datos del IGA de Ferreres son más que elocuentes en este sentido. De acuerdo a este indicador privado, la economía se contrajo un 4,2% anual en septiembre, en lo que fue su séptima (y más pronunciada) baja interanual consecutiva. A su vez, según esta misma fuente, la economía se contrajo un 0,4% mensual (sin estacionalidad), promediando en el tercer trimestre una baja del 2,2% con respecto al segundo, lo que equivale a un ritmo de caída en el margen del 8,5% anualizado. Este profundo deterioro no se observaba desde el virtual freno del comercio y la actividad global del cuarto trimestre de 2008, tras la caída de Lehman Brothers, y más atrás en el tiempo, desde la crisis del régimen de Convertibilidad, de los años 2001 y 2002.
En este sentido, hay un antes y un después de julio. El freno de la actividad agregada resultó particularmente importante tras el “default” parcial de la deuda pública, considerando que tras retraerse en promedio un 1,1% interanual en los primeros siete meses de 2014, la baja del IGA fue del 4,5% anual en los últimos dos meses.
La otra respuesta oficial, en este caso al deterioro de la actividad agregada, viene siendo una aceleración del gasto público financiado con emisión monetaria, con nulo efecto reactivante, que no hace otra cosa más que agravar el exceso de pesos en una economía a la que le faltan dólares, regenerando las condiciones para una aceleración de la demanda de divisas, lo cual genera un círculo vicioso que atenta contra la estabilidad macroeconómica y cambiaria.
Según se conoció esta semana, el gasto primario tuvo un explosivo crecimiento del 49% interanual en agosto, superando en unos 5 puntos porcentuales el ya elevado aumento de los primeros siete meses del año (43,7%) y en casi 20 puntos el incremento de los ingresos fiscales (28%). Así, los recursos extraordinarios provistos por el BCRA y el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la ANSES volvieron a resultar esenciales para moderar el rojo de las cuentas públicas, trepando el déficit primario a $17.378 millones sin estos recursos extraordinarios y el rojo financiero (después del pago de intereses de la deuda pública) a $20.123 millones, cuadruplicando sus niveles del mismo mes del año pasado.