por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.comCuando en un colectivo victorioso aparecen resultados como el de anoche en La Fortaleza, empate en uno ante Cerro Porteño que significó la eliminación del sueño de retener la Copa Sudamericana, suele ser desconcertante la reacción de los diferentes pasajeros de dicho Bondi. “Si el referee rajaba al que bajó a Melano de un patadón, los pasábamos por arriba” dice un flaco que fuma, dos escalones más abajo. “Este es el fin de un ciclo” le contesta un albañil a su compañero, tres pisos de loza más abajo. “Que se vayan todos” dice un cuarentón en la panadería, y se va apurado para que su señora no lo rete. “El domingo vamos a estar los granates de verdad” dice Dios, que está en todas partes.
Lanús es un equipo espectacular tanto cuando ataca como cuando defiende, pero no consigue ser eficiente. Tiene un ataque variado, con una dupla ofensiva de toque y devolución en velocidad, como la que componen Acosta y Romero. Tiene al pelado Silva llevando marcas, chocando, tratando de pivotear, y a veces, convirtiendo. Los tiene a Junior, Melano, Valdez Chamorro y Astina, que sin terminar de asentarse, suelen tener partidos buenos y, también a veces, marcar goles importantes. Los tiene a Araujo y Velázquez, capaces de generar peligro por afuera, a Ortiz, Ayala y el Pulpito, capaces de hacerlo por adentro. Lo tiene a Somoza, que cuando el equipo no se estira se convierte en el iniciador de todas las
maniobras. Y tiene al mejor arquero argentino. Pero ya no tiene a Goltz e Izquierdoz. Y para mí, éste es el nudo del problema.
Todavía hay granates que no terminan de aceptar la partida de los dos centrales. Hay quien dice que no deberían haberse ido, y quienes sostienen que al menos uno de los dos se debería haber quedado. En el fútbol actual no se pueden rechazar ofertas de tres millones de dólares, no hay manera, al menos sin destartalar el funcionamiento institucional. Es cierto que Lanús es uno de los pocos clubes con superávit, sino el único, pero no es menos cierto que eso se debe a la producción y venta de futbolistas de elite. La lista es larga, desde Gioda en adelante, pasando por el Flaco Leto, Lautaro Acosta, Blanquito, Salvio, Pizarro y los que rajen, de la cantera del club provienen cientos de millones de dólares. Cada tanto, aparece un pase de manos, como el Pepe Sand, o como Silvio Romero, jugadores que llegaron formados y que su paso fue redituable tanto en lo deportivo como en lo económico. Son aciertos esporádicos, incorporar al plantel a alguien que no se conoce a fondo no es sencillo, te puede salir un Bossio positivo tanto como un negativo Balvorín, es la lotería de los pases a suerte y verdad. El balance de gestión de las dos últimas décadas del Club Atlético Lanús es intachable, el modelo a seguir por todas las entidades del fútbol argentino que quieran seguir vivas en los tiempos que corren. Ser Lanús, o ser Atlanta, Platense, Chacarita, Ferro y siguen las firmas. Esa es la cuestión. Otra no hay, si la cosa es a largo plazo.
Con el dinero que ingresó por Goltz e Izquierdoz, era sabido, había que traer dos centrales capaces de insertarse en un equipo con pretensiones de obtener cinco títulos en el presente semestre, tres de ellos internacionales. Dos jugadores de la categoría de los que se fueron, algo realmente difícil de conseguir por menos dinero del que se recibió por ellos. Para que valga la pena haberlos vendido debían llegar dos jugadores de menor costo. Se optó por un experimentado conocido, Diego Braghieri, de 27 años, que aunque su presente no era promisorio, si lo había sido su corto paso por el club, no hace tanto, en el ciclo 2011/12, cuando jugó 28 partidos e hizo 2 goles dejando una muy buena imagen. Se optó también por un joven prometedor, Gustavo Gómez, de 21 años, futbolista de Libertad y de la Selección de Paraguay, país-fábrica de centrales de primer nivel, que pese a su buena presencia física y su enorme fibra combativa, aún no demostró estar a la altura. Y mantuvo a Matías Martínez, que aunque cuando le toca actuar cumple, no está como titular en la consideración del entrenador, y él sabrá porqué. Lo de Braghieri es más difícil de analizar. Es tan arrebatado y brutal como para cometer un error -encadenado a otro error de Ortiz igual de grave- como el que costó el gol de Cerro Porteño, como para marcar el mejor gol del semestre, una especie de barrilete cósmico del futuro, más directo, y bajando casi a la mitad los famosos 10,6 segundos que tardo el otro Diego. Es muy fácil reprobar la incorporación de ambos cuando no se tuvo la responsabilidad de elegir, cuando no tuvo que optar entra las pocas alternativas que entraban en la variable calidad-precio. En la lotería de los pases también se pierde, lo importante es no jugar más que lo debido.
Un equipo de su mismo nivel, como Cerro Porteño, eliminó a Lanús en un partido friccionado y apasionante, de ida y vuelta, condicionado como todos por las alternativas que sucedieron en su transcurso. Lanús lo pudo ganar y también pudo ser derrotado, sobre todo en el final, cuando atacó a todo o nada. Distinta habría sido la historia sin ese doble error inicial, impropio de un equipo como Lanús, que sin embargo suele ser presa de sus reiteradas distracciones, sobre todo en los inicios de cada tiempo. Y distinto también habría sido el trámite si el lateral paraguayo Benítez, que a los 15 de juego tumbó con un patadón a Melano cuando se iba al gol, hubiera recibido su más que de sobra correspondiente expulsión. Tanto en lo que respecta a los fallos arbitrales, como a la fortuna en general, Lanús no viene últimamente muy iluminado que digamos por los dioses.
Para la evaluación final del ciclo 2014/2015 todavía falta el semestre que viene y lo que queda de este. De los cinco títulos que Lanús empezó a jugar después del Mundial queda uno en pie, y aunque no parece sencillo, todavía está en carrera. Ahora más que nunca, es tiempo de apoyar al equipo sin medias tintas. El colectivo granate, antes de apagar el motor para brindar por un año mejor y celebrar los cien de vida, todavía tiene siete paradas difíciles pero no imposibles para lograr la última estrella del año, que aún sigue encendida.