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lunes, 22 de septiembre de 2014

Virtud y convicción

por Marcelo Calvente


Es cierto que en el fútbol argentino cualquiera le puede ganar a cualquiera, siempre y cuando se cumplan algunas premisas Para lograr una victoria siendo punto hay que tener algún atributo táctico-técnico para aprovechar las ventajas circunstanciales que siempre otorga el que ataca. Quilmes, al menos el equipo que enfrentó a Lanús, no tiene con qué hacerlo. Es el producto de una decisión valiente y oportuna de la entidad cervecera, que teniendo en cuenta que en este campeonato no hay descensos se desprendió de futbolistas caros para probar suerte con profesionales de menor cotización y el material de la cantera. Es una decisión que no se puede tomar sin el consenso que se logra difundiendo con claridad el plan entre los socios, que es lo más difícil de conseguir. En Lanús pasó por última vez gracias al impresentable de Pipo Gorosito. Todo Lanús pedía su renuncia, pero sólo la conducción, los socios más cercanos y mejor informados, y Ramón Cabrero, el hombre elegido para suplirlo, conocían bien de cerca el potencial de la mejor camada de la historia del fútbol amateur de Lanús. Debajo de Fioretto, Marini, Carreño, De Bruno, Román Díaz y Ceballos estaban Archubi, Fabbiani, Aguirre y Manicero. Detrás de ellos Valeri, Fritzler, Lagos, Leto y Biglieri. En la séptima jugaban Blanquito, Lautaro y el Pulpito González, y en la octava Salvio y Guido Pizarro. No es fácil tener tanto oro en la cantera. Este mismo plan que hoy intenta copiar Quilmes y la mayoría de los clubes de primera, a Lanús le significó el título de Campeón del Apertura 2007, varias participaciones internacionales, y una verdadera fortuna que cambió para siempre la historia de la institución. Quilmes no insinuó tener demasiado. En la misma están Godoy Cruz, Defensa, Tigre, Banfield, Gimnasia, Olimpo, Belgrano, Rafaela y Arsenal. Con algo más de plantel, Independiente, Estudiantes, Central, y Racing no terminan de diferenciarse. Por primera vez en mucho tiempo, antes de iniciar la 9ª fecha del Torneo, es claro que de no aparecer un émulo de Ramón Cabrero, solo una minoría de los 20 competidores se puede ilusionar con el título: River, Lanús, Newell’s, con menos perspectiva Vélez, Boca y un San Lorenzo que se relajó demasiado.
  Después de un arranque preocupante e irregular, mejorando tanto en lo físico como en lo que respecta a la motivación y el compromiso, el plantel recobró el perfil de equipo ganador, y se sacó de encima el fastidio por las derrotas del inicio de semestre. Marchesín volvió a ser casi
invencible; Araujo, Velázquez, Somoza y el Pulpito recuperaron su nivel, y Ortiz sorprendió con un par de buenas actuaciones. Guillermo está esperando la recuperación de Silva, Melano, Junior Benítez y Ayala, y de a poco, muy de a poco, se van asentando los dos centrales. Con el Pelado Silva en el banco, Lanús creció en ofensiva con el entendimiento de Lautaro Acosta y Silvio Romero, perforando a las defensas rivales con pelota dominada y toque corto en velocidad al corazón del área. Para que así ocurra es necesario que los volantes dominen la pelota en campo contrario, para lo cual es indispensable que los dos centrales se paren en las proximidades de la línea de medios. Por momentos, cuando el rival no presiona, lo consiguen, y Lanús entrega lo mejor de sí; pero cuando lo atacan, como Olimpo en el final, Racing en el arranque, Banfield por momentos, y también Quilmes, a los ponchazos, en las dos primeras mitades de cada tiempo, Gómez y Braghieri vuelven a retroceder mal, a perder marcas, a ceder espacios de más, y a rechazar pelotas cortas y hacia el medio, todo en las cercanías del área de Marchesín. Ese retroceso –temo cansar de tanto decirlo- arrastra también a los laterales y volantes, y entonces los dos de arriba están condenados a correr envíos largos y a dividir. Son las dos caras de esta versión de Lanús, sin Goltz e Izquierdoz.   
Sin mucha claridad, aprovechando este defecto repetido de la visita, Quilmes creó algo de peligro en la etapa inicial, pero se desmoronó con el inexistente penal sancionado por Pitana que Romero no picó. Al reponer, el local perdió la pelota y se metió un gol en contra. También lo intentó en la primera mitad de la parte final, pero chocó con Marchesín y el travesaño, y pronto volvió el desaliento. En los últimos quince minutos Lanús lo bailó y debió convertirle dos o tres goles más.

   El domingo visita La Fortaleza el mejor equipo del torneo. Su andar no se puede cuestionar, los números son elocuentes: después de un pálido empate en el Bosque ante Gimnasia, River ganó todo lo que jugó, varios por goleada, 19 goles a favor y sólo 3 en contra en 7 encuentros disputados. Pero no hay que olvidar que hemos conocido otras versionas de cada uno de sus jugadores. Lo que pone al equipo de Gallardo por encima de los demás es la motivación. Corre más, presiona mejor, la fortuna sopla a favor y las cosas le salen bien porque los jugadores están muy enchufados. River expuso claramente sus atributos: el gran momento de Teo y Mora arriba, más Pisculichi, con Vangioni y Sánchez ganando por afuera, y la firmeza de la zaga central. Nada que no sea conocido. Nunca lo atacaron como lo puede llegar a hacer Lanús si le gana la pelota en el la zona media, si no se estira, y sobre todo si no se descalabra la dupla central y se cubren correctamente las espaldas de Araujo y Velázquez. Con espacios, River lo puede complicar por las bandas. Resulta increíble la tonta manera en que recibió Somoza su quinta amarilla. A Guillermo le va a costar reemplazarlo, y no debe equivocarse en la elección. El choque será entre dos equipos con diferentes virtudes, pero que juegan con la misma convicción. Dos que saldrán a buscar la victoria porque se sienten un escalón arriba del resto, y que saben perfectamente que enfrentan al rival a vencer.