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martes, 30 de septiembre de 2014

La semana en pocas palabras

Informe Económico Semanal del Banco Ciudad

En la semana que pasó, se observaron renovadas presiones cambiarias, las cuales llevaron las brechas entre el tipo de cambio oficial y sus distintas cotizaciones alternativas a niveles récord. El dólar “contado con liquidación” (CCL) trepó a $14,6 y empujó el valor de la divisa norteamericana en el mercado informal (“blue”) cerca de los $16, finalizando la semana en $15,75. Con estos movimientos, las brechas respecto del tipo de cambio oficial (que se mantiene virtualmente fijo en torno a los $8,42 desde fines de julio) llegaron hasta el 75% en el caso del CCL y casi el 90% en el del “blue”, tocando sus máximos desde el inicio de las restricciones cambiarias, de fines de 2011.
Las crecientes limitaciones en el acceso al tipo de cambio oficial para los importadores los ha forzado a utilizar el mecanismo del “contado con liquidación” para hacer frente a sus obligaciones. De esta manera, el volumen operado en el mercado de valores sigue batiendo records, usándose no sólo títulos públicos, sino también acciones con cotización local y en el exterior para girar divisas fuera del país, ya sea para fugar capitales o pagar a proveedores. El tipo de cambio implícito entre los precios en pesos de las acciones líderes en el mercado local y sus cotizaciones en dólares en el exterior viene replicando con precisión el dólar CCL calculado con los precios de los títulos públicos, tornándose este mecanismo cada vez más extendido, sobre todo tras el default parcial de la deuda pública.
Este desdoblamiento cambiario “de facto” ayuda a cuidar transitoriamente las reservas internacionales, pero a costa de un profundo ajuste del nivel de actividad. El problema es que trae aparejados todos los costos de una devaluación, sobre todo en términos inflacionarios y de caída del salario real, pero sin poder contar con algunos de sus potenciales beneficios,
básicamente en materia de exportaciones. Por un lado, los importadores terminan ingresando al país sus productos a un tipo de cambio más elevado que el oficial, el cual deben cargar a sus precios, con la consiguiente caída de las ventas. Por otro, el esquema también plantea un desafío para la industria exportadora que se nutre de insumos importados, los cuales deben ingresar a un tipo de cambio superior al que los productores reciben por sus bienes finales exportados. Este golpe en la rentabilidad se traduce en un freno de la actividad industrial, siendo las paradas de planta de las automotrices (las cuales exportan más de la mitad de su producción, pero cuentan con un 75% de componentes importados) un cabal ejemplo en este sentido.
En esta misma línea, en la última semana se conocieron estimaciones privadas del nivel de actividad, las cuales señalan una marcada “reaceleración” de la caída desde julio, tras el default de parte de la deuda soberana y el endurecimiento de las restricciones cambiarias. Según el IGA de Ferreres, la economía se contrajo en agosto un 4,5% interanual, acumulando en los primeros ocho meses del año una caída del 1,7%, la más pronunciada desde la crisis global del 2008-09. Con relación al mes anterior, la contracción fue del 1,6% en términos desestacionalizados, la mayor del 2014, promediando en lo que va del tercer trimestre una disminución cercana al 2% con respecto al segundo, que equivale a una velocidad anualizada de caída del 8% en el margen.
A nivel sectorial, sobresale la disminución de la producción industrial, a la cual se suma una fuerte retracción de la intermediación financiera (-8,7%) y del comercio minorista y mayorista (-7,5%), dos actividades que hasta fines del año pasado lideraban la (languideciente) expansión económica. Según la medición de Ferreres, la producción manufacturera se contrajo un 6,1% interanual en agosto, mientras que de acuerdo a la estimación de FIEL la industria se derrumbó un 9,3% anual, con una baja encabezada por la producción automotriz (-35,9%), pero acompañada por todas las demás ramas manufactureras, lo cual habla de una recesión industrial generalizada.
Por otra parte, este tipo de desdoblamiento cambiario “de facto” a la larga colapsa, en la medida que tienden a contraerse las exportaciones (el ingreso de dólares comerciales), a la vez que la brecha cambiaria escala por las presiones en el mercado paralelo de divisas, lo cual retroalimenta la fuga de capitales y la demanda de dólares para otros usos, resultando ineficaz para evitar la caída de las reservas internacionales. Un reflejo de las falencias de este esquema es la disminución reciente de las exportaciones, que en agosto se contrajeron un 12% interanual, compensando buena parte del derrumbe de 20% en las compras externas. Otro caso es el salto en la demanda de “dólar ahorro”, con un incremento en las primeras 3 semanas de septiembre del 40% respecto al mismo período de agosto. Este tipo de compras suman en lo que va del año USD 1.650 millones, a los cuales si se les agrega la demanda por “dólar turista” arroja por resultado una pérdida de reservas de casi USD 2.000 millones, un monto superior al demandado por los “holdouts” y que derivó en el default parcial de la deuda pública.