por Alejandro Chitrángulo
El pasado viernes se festejó el día del árbol. No sólo en nuestro país, en varios países del mundo también se celebra. La primera conmemoración se realizó en Suecia, en el año 1840 y en cada país puede variar la fecha del homenaje.La celebración fue instaurada porque ya en aquella época, en algunos lugares del mundo se empezaba a tomar conciencia de la importancia que tienen los recursos forestales, el cuidado que se debía brindar a los árboles, y los beneficios ambientales que estos nos brindan En Argentina el principal impulsor de la actividad forestal fue Domingo Sarmiento que en un discurso subrayó: “El cultivo de los árboles, conviene a un país pastoril como el nuestro, porque no solo la arboricultura se une perfectamente a la ganadería, sino que debe considerarse un complemento indispensable. ¡Planten árboles!”. La prédica de Sarmiento encontró eco treinta años después, cuando el 29 de agosto de 1900, el Consejo Nacional de Educación, en base a la iniciativa del Dr. Estanislao Zeballos, instituyó dicha fecha, en celebración al ”Día del Árbol”.
La conciencia arborícola en el siglo 21
Hoy a más de 100 años de la iniciativa de Zeballos, nos encontramos, con gran cantidad de organizaciones ambientalistas pro – árbol, muchísima información ecológica y ambiental en los medios y también se ha convertido en un tema de estudio en la currícula oficial, creando conciencia, a los más jóvenes, desde la escuela primaria.
¿Qué pasa en casa?
Desde hace un tiempo recorriendo nuestra ciudad se puede ver gran cantidad de árboles
cortados, arrancados de raíz, brutalmente podados, o directamente mochados, que nunca son repuestos o que si logran sobrevivir a las salvajes mutilaciones quedan tan débiles y enfermos que se convierten en árboles peligrosos.
Es posible que a nuestra ciudad le haga falta una ordenanza moderna que regule el cuidado de los árboles públicos. Igualmente las sanciones están previstas por la ley desde hace muchos años y es muy claro que el valor de una multa no le repone a la comunidad los beneficios ecológicos que brinda un árbol que a la naturaleza le llevó muchas decenas de años crear.
Pero más allá de las políticas públicas, leyes y ordenanzas: ¿Qué nos pasa a los ciudadanos de Lanús que no queremos los árboles de las veredas? ¿Son tan molestos?
Calidad ambiental
Lanús es una ciudad densamente poblada, con casi 500 mil vecinos viviendo en 3.621 manzanas. El medio ambiente se encuentra cargado de factores contaminantes producto de la actividad económica humana. Hay polución fruto de cientos de fábricas, miles de motores quemando combustible fósil y basurales a cielo abierto. Esto hace que el aire que respiramos no sea el más puro. Hasta ahora la primera barrera de defensa que tenemos contra esa contaminación, son los árboles y un buen régimen de vientos que limpian la atmosfera de nuestra llanura.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda entre 10 y 15m² de espacio verde por habitante. Los beneficios producidos en una ciudad gracias a una presencia significativa de espacios verdes son innumerables. Además de los beneficios en relación al bienestar físico, como elementos mitigadores de contaminación y sumideros de C02, la existencia de espacios verdes dan estructura a la ciudad, y amortiguan el impacto producido por niveles excesivamente altos de densidad y edificación, de ahí su gran importancia como elementos clave en la prevención de riesgos naturales y mitigación de los efectos producidos por el cambio climático.
Lanús tiene en su superficie total 48 km² o 48 millones de m², unos 100 m² por habitante (10 x 10 m para cada uno). Si a esta ecuación le restamos toda la superficie construida, más el cemento de calles y veredas, seguramente nos encontraremos muy ajustados para cumplir con las recomendaciones. La falta de lugares libres para construir espacios verdes de esparcimiento es muy difícil de resolver, pero lo bueno es que la falta de áreas verdes en alguna manera se puede suplir con árboles en las veredas.
El arbolado es parte fundamental de la sustentabilidad ambiental de nuestra ciudad y como tal debe ser cuidado y respetado por sus múltiples beneficios. Los arboles de nuestra ciudad reducen la velocidad del viento en un 50%, diluyen la polución sonora, ya que el follaje detiene en buena medida las ondas sonoras (reducen 15 decibeles el sonido, por cada 10m. que se interne en los parques). Un árbol grande pueden consumir hasta 2,350 kg. de bióxido de carbono en una hora. Un árbol adulto puede producir 1.7 kg. de oxígeno molecular en una hora. Se ha establecido que un árbol adulto de tamaño promedio es capaz de filtrar en once horas el monóxido de carbono emitido por un auto en una hora. En verano nos proveen de un sitio fresco, bajo un árbol, se produce una disminución de temperatura ambiental por las mañanas de hasta de 2°C, y por las tardes hasta de 5°C. Esto se produce a través de la transpiración de las hojas, que a mayor temperatura, evaporan mayor volumen de agua.
Las copas de los árboles son flexibles y están diseñadas para atrapar el agua de lluvia, haciendo que descienda lentamente y de esa manera logran que penetre bajo la superficie de forma regulada, haciendo que disminuyan los cursos de agua superficiales (napas) evitando las inundaciones y la erosión del suelo. Pinos y eucaliptos adultos, con sus raíces profundas, absorben mucha agua de las napas profundas pudiendo llegar a unos 300 litros diarios.
Mejoran la Calidad de Vida
Aparte de todos los beneficios mencionados, los árboles de la ciudad también aportan al equilibrio psico-social del hombre urbano ya que los tonos verdes de las hojas producen tranquilidad a las personas. La mayoría de nosotros respondemos a la presencia de árboles no sólo admirando su belleza. En una arboleda nos sentimos serenos, sosegados, descansados y tranquilos, nos sentimos como en casa. Los pacientes en hospitales han mostrado recuperarse más rápidamente de cirugías cuando desde sus habitaciones se ven árboles.
El problema de las raíces y las veredas
Las raíces de los árboles a las que les echamos la culpa de las veredas y calles deterioradas, no sólo le sirven de sostén, sino que absorben grandes volúmenes de agua del suelo, que de esta forma se seca, saneando napas, pozos negros, y cunetas de las zonas periféricas. Los arboles grandes que vemos en algunos barrios fueron plantados hace mucho tiempo, la mayoría cuando las calles eran de tierra y se utilizaba el clásico zanjón de donde el árbol tomaba agua.
No existe una excusa tan poderosa que permita pensar en erradicar alegremente todos los grandes árboles de nuestra ciudad. El daño ambiental será muy fuerte y deberíamos esperar muchos años hasta tener una cobertura verde deseable. La clave es el recambio, que debe ser paulatino y organizado. Así como se puede diseñar la copa de un árbol partiendo de su estructura original y utilizando la primera poda de formación, se puede también trabajar sobre la estructura del sistema radicular para su manejo. Es muy importante que cuando plantemos un árbol nuevo sea de una especie adecuada al ancho de la vereda y que le demos el cuidado que se le debe dar al espacio libre que se deja para el desarrollo de las raíces.
Cuestión cultural
Uno de los indicadores de nivel de calidad de una ciudad son sus árboles, que como pudimos ver no son meros ornamentos. Plantar, cuidar y proteger el patrimonio arbóreo de nuestra ciudad, no es sólo tarea del gobierno municipal. Los árboles de las calles, plazas y paseos son propiedad de todos los vecinos y cada uno de nosotros debe ser principalmente responsable de velar por el árbol que tenemos frente a nuestras casas y en menor medida por todos los árboles de Lanús. Porque solo de esa manera podremos garantizar un media ambiente sostenible y un aire respirable para futuras generaciones.
Si no tenés un árbol en la vereda, este es un buen momento para plantar.
“Una sociedad se hace grande cuando los ancianos plantan árboles aunque saben que nunca se sentarán a su sombra”, proverbio griego.