por Omar Dalponte
omardalponte@gmail.comLos discursos de la presidenta de la Nación en las Naciones Unidas son de antología. Y la conferencia de prensa que diera el 24 de septiembre, luego de sus dos exposiciones previas ha sido, sin lugar a dudas, una pieza magistral que bien puede ser tomada como un manual de enseñanza para futuros estadistas. La altísima capacidad de Cristina Fernández de Kirchner para representar a nuestra República en los foros internacionales es absolutamente reconocida y a través de sucesivas intervenciones, a lo largo de sus dos mandatos, ha colocado a la Argentina en un lugar destacado. Esta es una realidad que desmorona los pobrísimos argumentos de más de uno de nuestros conocidos mentirosos que quieren hacer creer -vanamente- que nos encontramos aislados del resto de los países del mundo. Hoy, como muy pocas veces antes en nuestra historia, somos considerados como un ejemplo de dignidad y coraje, lo cual nos hace sentir profundamente orgullosos de ser quienes somos. El valor agregado que por derecho nos corresponde es el obtenido por haber rescatado al país del subsuelo de la miseria en que nos habían hundido muchos de los que en la actualidad, en una muestra de caradurismo insoportable, pretenden presentarse ante la sociedad como una alternativa futura. Es tanta la diferencia entre la capacidad de Cristina y la mediocridad de la fauna opositora, que escuchar a ciertos personajes que habitan en determinados partidos políticos es, para los oídos, como el ruido de un ronquido en medio de un concierto. No en vano nadie se animaría a enfrentar en una elección a la presidenta de la Nación, y el sólo hecho de mencionar esa posibilidad aterroriza a gran parte del elenco que sólo apto para
representar fracasos con formato de sainetes.
En el peronismo kirchnerista sobran argumentos y motivos para mirar el futuro con serenidad y optimismo. Claro que no son pocas las piezas que deben ajustarse porque la pelea no es sencilla. Pero hay importantes elementos a favor que permiten continuar haciendo caminos que nos lleven a la Argentina deseada. Hemos hablado casi hasta el cansancio de nuestras infinitas posibilidades como Movimiento Nacional y de tantas cosas positivas en nuestro haber. De todas maneras es necesario insistir en la búsqueda de unidad y en la ampliación de convocatorias destinadas a quienes por diferentes razones hoy no están integrados al proyecto que conduce Cristina acompañada por una considerable porción de nuestro pueblo.
Aquí mismo en Lanús es necesario (y posible) revitalizar y fortalecer viejas amistades que actualmente no están sentadas en la mesa común probablemente (y simplemente) porque algunos no se disponen a dar el primer paso para tender puentes que permitan acercar criterios, intercambiar opiniones, confraternizar elaborando proyectos y pensar en común unión el destino de grandeza que merece nuestra ciudad.
A diario vemos como se abrazan compañeras y compañeros que por distintas razones no militan juntos o no frecuentan los mismos espacios. Es que en el peronismo hay un pasado común que vivimos todos, con profundas coincidencias o con marcadas discrepancias, pero siendo parte de un Movimiento que en los momentos de peligro o de sufrimiento de la Patria supo actuar con alto nivel de unidad dejando rencores al costado del camino.
La presidenta ha hablado de terrorismo económico y financiero. Y esto no es algo que debe tomarse como al pasar. Ha señalado fuertemente a quienes, a través de maniobras en el territorio de las de las altas finanzas y del campo de la Economía, siempre están prontos para producir ataques contra las instituciones de la República y atentar contra el sistema democrático. Cristina, ante la asamblea general de las Naciones Unidas en Nueva York utlizó el concepto de "terroristas económicos" para referirse a los fondos buitres a quienes acusó de amenazar, calumniar, hostigar, provocar rumores e infamias "desde lo personal hasta lo financiero" y de obstruir "el cobro de quienes confiaron en Argentina".
Convengamos que no es frecuente que una primera mandataria se plante frente a los poderosos del mundo con tanto coraje y argumentos de tal solidez. Y da verguenza ajena que el cipayaje local, con sus críticas y actitudes inmorales, tome partido a favor de la prepotencia imperial.
Los discursos presidenciales no son simples denuncias. Llevan incorporado, con toda claridad, un llamamiento al pueblo argentino a unirse en defensa de nuestra soberanía. Por lo tanto, trabajar por esta unidad es un deber patriótico que corresponde cumplir superando diferencias -en definitiva pequeñas- que pueden resolverse con una dosis de inteligencia y buena voluntad.
No son momentos para sumergirnos en discusiones y caprichos de consorcio. Primero está la patria.
(*) De Iniciativa Socialista