jueves, 14 de agosto de 2014

Cosas del fútbol

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com
       
Moderadamente alegre por la victoria obtenida por 1 a 0 ante Belgrano de Córdoba en La Fortaleza en el debut, algo preocupado por el bajo nivel exhibido una vez más por el equipo, el hincha de Lanús prende el televisor para ver la final de la Copa Libertadores, la que estuvo a un paso de lograr. La miran en Brasil con resignación, con la misma con que vieron la catástrofe de su selección en la Copa del Mundo. Se preguntan cómo puede ser que ninguno de sus equipos, con presupuestos cuatro veces más abultados, haya llegado a esa final. La miran en México, también en el resto de América. El presidente de la Brigestone, principal auspiciante del fútbol latinoamericano a nivel clubes, a la vez presidente del Bolívar, eliminado en semifinal por San Lorenzo de manera clara y contundente, la mira desde Miami, y con una sonrisa canchera hace números pensando en la próxima edición. En la cancha, dirimen la Libertadores 2014 Nacional de Paraguay, un equipo sin historia ni hinchas, y San Lorenzo, el único grande de la Argentina que hasta hoy no ha podido ganar esta tradicional competencia.
  El hincha de Lanús está preocupado. Sabe que el bajón futbolístico del equipo continúa pese a la ajustada victoria, y sospecha que la tarea de recuperación del nivel será ardua y dificultosa. En el monitor dan la promoción de la próxima Copa Sudamericana, y en las imágenes ve los festejos tan recientes pintados de granate y blanco, y recuerda que muy pronto Lanús va a defender el título, ingresando en octavos de final por su condición de último campeón. El hincha de Lanús sonríe. Y enseguida vuelve a preocuparse por que el equipo
sigue cometiendo los mismos errores, tanto en lo técnico individual como en lo táctico colectivo. En la TV pasan las mejores acciones de la victoria ante Belgrano; el golazo de Romero, la aceptable tarea de Valdez Chamorro, la lenta pero firme vuelta del Laucha Acosta -el hincha cruza los dedos- y la buena tarea de Pasquini. Y también pasan el penal que no pudo convertir el Pelado Silva, y revive el sufrimiento de los desaciertos defensivos, las malas entregas y las pérdidas de marca de Gustavo Gómez,  la desesperación y los errores de cálculo de Braghieri, que no parece el mismo.
  Hace apenas dos años San Lorenzo se salvaba del descenso. Poco antes había renunciado Carlos Abdo dejando tierra arrasada: el club debía 500 millones de pesos, tal vez 600, y alguna deuda más que aparecía por sorpresa cada día. Entonces llegó Tinelli y nadie se animó a cuestionar su liderazgo, mucho menos su mal paso anterior por la entidad. De las deudas nada más se supo, el club volvió a funcionar y el equipo empezó a ganar en la cancha. Nadie se atreve a preguntar demasiado, y tal vez eso sea lo mejor para poder disfrutar sin culpas de este momento. Nadie puede poner en duda que la gestión de Tinelli consiguió el máximo logro de la historia del club. San Lorenzo llega a la definición como gran candidato. Siete días atrás había empatado en Asunción en el partido de ida, un resultado fortuito logrado por los locales en tiempo de descuento, después de un cotejo que San Lorenzo debió ganar por varios goles de diferencia. “Es realmente notable la superioridad de San Lorenzo sobre su rival. La diferencia de categoría de un equipo sobre el otro es enorme…” decía  por enésima vez Fernando Niembro, instantes previos al empate logrado por Julio Santa Cruz en el descuento, resultado que cambiaba el panorama previo de la final que se disputó ayer. Ahora Nacional podía salir a esperar, y jugar el juego que mejor juega y que más le gusta.
  En Lanús es la hora del entrenador. Guillermo tiene la misión de recuperar el equipo que supo tener, ese que de no mediar el zapatazo maldito del  Bolívar en La Fortaleza, bien podría haber estado en el lugar de San Lorenzo, su hipotético rival en semifinales, equipo al que había goleado en el Gasómetro por 4 a 1 el 12 de abril, hace apenas cuatro meses, por el Torneo Final 2014. La última victoria de San Lorenzo sobre Lanús fue hace más de seis años, por la 8ª fecha del Torneo Clausura 2008 en el Nuevo Gasómetro. Desde entonces disputaron doce partidos, con tres igualdades, y los ocho restantes fueron victorias Granates, varias de ellas por marcador abultado. Pero no pudo ser. Lanús cayó en Bolivia y comenzó  su crisis, con alejamientos de dos futbolistas de relevancia que aún no pudo suplir como esperaba, mientras San Lorenzo fue creciendo como equipo  hasta ser justo finalista.
  El once de Bauza salió nervioso, el marco y la responsabilidad por una consagración  que  se descontaba casi se lo comen. Advertido, Nacional tomó la iniciativa y lo metió contra su arco. Dispuso de varias situaciones claras de gol que dilapidó, y de la manera más inexplicable, el defensor paraguayo Ramón Coronel le dio la solución al local, al impedir un centro al área con un bloqueo del voley, con semejante manotazo no hay forma de demostrar que no tuvo intención,  algo que de ninguna manera puede haber tenido, al fin y al cabo lo único que debe tener en cuenta el árbitro al momento de  sancionar. San Lorenzo lo tiene a Ortigoza, que como siempre lo cambió por gol, y  defendiéndose con fervor y con mucha fortuna -porque Nacional siguió errando goles- fue un justo campeón. Fernando Niembro, sin ponerse colorado, destacó que “el equipo visitante fue claramente superior, bien pudo haber resultado el vencedor”. Lo cierto e indiscutible es que en apenas dos años, Marcelo Tinelli llevó a San Lorenzo de la promoción a Marruecos, a la Copa Mundial de Clubes Campeones, a disputarse en diciembre próximo junto a los mejores de cada continente, entre ellos el Real Madrid.
   Al fin y al cabo, así es el fútbol. En algún lujoso living de Buenos Aires, rodeado de brillo y pleitesía, Tinelli brinda con champagne y se pregunta “¿y ahora, qué?” En tanto en un hotel cinco estrellas de la misma ciudad, el pobre Coronel no puede conciliar el sueño y piensa “¿cómo pudo sucederme a mí?” Y en El Vaticano, en la sede de la institución que más daño le hizo a la humanidad, el Papa argentino que tiene por difícil misión hacer olvidar esos dos milenios de vida al servicio de la explotación y la desigualdad entre los hombres, vive su hora de gloria, y palpita una próxima y multitudinaria visita al país. El Santo Padre fantasea con bendecir la Copa en el círculo central de un estadio del Bajo Flores repleto, mientras la barra de San Lorenzo, con sus bombos y sus vientos, se anima con los compases del Ave María, todo transmitido en exclusiva por Showmatch. Y sí, así son las cosas del fútbol.