por Marcelo Calvente
Pudo haber sido con esa del
principio que fortuitamente, por un error defensivo alemán, le quedó al Pipita
para empalmar de derecha de aire, de primera, como en el gol que le hizo a
Bélgica, pero esta vez no la agarró bien. Pudo ser después, si otra vez el
Pipita no se adelantaba innecesariamente ante el pase de Messi. Pudo ser
también alguno de los dos desbordes de Messi por derecha que se diluyeron en el
área chica. Pudo ser de penal a principios del complemento, si el árbitro
sancionaba el rodillazo asesino de Neuer sobre la mandíbula de Higuaín. O la de
Palacio, también en el segundo tiempo, el extraordinario pase de Rojo que no
logró matar correctamente con el pecho, la pelota se le fue un poco larga y no
pudo darle dirección a su toque timorato con el pie derecho en alto ante la
salida del arquero. No pudo ser. Alemania se consagró campeón del mundo por 4ª
vez, y fue la primera que un equipo europeo lo logra en tierra americana Fue un partido jugado a todo o nada por los
dos, cada uno con sus armas, en el que las mejores situaciones fueron para
Argentina pero el dominio fue alemán, con un equipo que estaba más entero
físicamente luego del amplio triunfo ante Brasil -y con un día más de descanso-
una ventaja que no fue menor en el tramo final de un torneo tremendamente
desgastante, en el que los finalistas jugaron siete partidos con sus alargues
en 27 días. Por eso obtuvo la mínima diferencia a minutos del final, una
ventaja fuera de contexto, gracias al único error defensivo colectivo de
Argentina en todo el torneo. Un resultado muy apretado, casi injusto, que el
paso de la historia agrandará con la frialdad de las estadísticas, cuando el
Mundial de Brasil se asocie definitivamente al nombre del campeón, Alemania, y
del subcampeón no quede más que una mención de circunstancia. Así ha sido
siempre el costo de la derrota, independientemente de lo digna, lo inmerecida o
lo desafortunada que hubiere sido, y de que el pueblo argentino en general la
celebre casi como
una victoria
No puedo dejar de preguntarme el porqué: Puede ser una cierta
revalorización de la argentinidad después de tantas frustraciones de todo tipo,
puede ser la muy buena imagen dejada por el equipo, esa combatividad que tanto
nos gusta observar en nuestros deportistas, o la sorpresa por ver a tantos
criollos, no todos pudientes, acompañando a la Selección a lo largo del
enorme territorio del Brasil y haciéndose oír durante todo el torneo.
Seguramente se celebró el esfuerzo de los delanteros, la fiereza de los
defensores. Pero a los futboleros, por sobre todas las cosas, nos dura la sorpresa por una actuación
argentina en el mundo del revés.
Argentina había presentado armas en la clasificación: Puntero absoluto
con nueve victorias, cinco empates y apenas dos derrotas en 16 partidos
disputados, era un equipo muy ofensivo que tomaba la iniciativa en todas las
canchas, que contaba con el mejor del mundo -y con varios de sus escoltas en
sintonía- perforando redes, pero con cierto desequilibrio en el medio. Con una
defensa dubitativa y con un arquero más dubitativo aún, un equipo poderoso que se
regalaba tontamente para que sus adversarios le conviertan con sólo
aproximarse. Con el mundial en marcha, las virtudes y defectos argentinas fueron
cambiando de línea. A medida que avanzaba el torneo más le costaba llegar al
gol, pero en cambio la defensa cumplía en tanto Romero no hacía macanas y
atajaba las que le iban al cuerpo, entre ellas dos penales decisivos para eliminar
a Holanda en la semifinal. El ingreso de Demichellis le había otorgó la firmeza
defensiva que el equipo mantuvo hasta el final, y tanto él como Garay, Rojo y
Zabaleta han subido notablemente su cotización al cabo de éste mundial. Ni
hablar Mascherano, Biglia, Enzo Pérez y Lavezzi. En cambio fueron los de arriba
los que defraudaron. Higuaín, Palacio, Agüero, Di María, además de Gago, no
llegaron bien físicamente y se fueron peor, porque jugaron por debajo de las
expectativas. Habrá que ver si aquel poder de fuego volverá cuando estos
grandes delanteros recuperen su mejor forma o cuando surja otro valor que lo
pueda hacer mejor. Habrá que ver si no nos tenemos que acostumbrar al juego
especulador, al contraataque, un estilo que a Sabella parece seducirlo. Y lo de
Messi, que es un caso aparte.
Si como todos pensábamos, Messi llegó a Brasil para consagrarse
mundialmente a nivel selecciones, en este momento debe sentir una enorme
frustración. De buen arranque, marcando goles importantes, se fue diluyendo y se
va de la Copa
del Mundo como llegó, siendo considerado unánimemente el mejor del mundo, pero
sin conseguir la hazaña que coronó a Pelé primero y a Maradona después, la de
romperla y consagrarse campeón mundial en tierra ajena. Poco participativo,
faltó cuando más se necesitó de él y finalmente dilapidó la tercera oportunidad.
Seguramente tendrá una cuarta chance en Rusia, siempre y cuando tenga la
fortuna de llegar en condiciones, porque en el fútbol nunca se sabe y las
piernas siempre están en riesgo. Hay algo en él que no termina de gustarnos: Su
silencio. Nunca sabemos lo que piensa, y lo que es peor, no siempre sus
técnicos lo saben. Te lo dice jugando mal, apareciendo poco, perdiendo pelotas
complicadas, haciendo pucheros en el banco como en Alemania 2006 o negándote el
abrazo como a Maradona después de la eliminación en Sudáfrica. Todavía no
sabemos que es lo que opina de los cambios tácticos que el entrenador fue
realizando a partir de las ausencias. Y como el segundo puesto -al menos para
la opinión pública en general- tuvo el reconocimiento de una gran campaña, tal
vez nunca lo sepamos.
El que tal vez fue el mejor mundial de la historia terminó. Y para todos
comienza un ciclo de cuatro años de competencia continental, pensando en
rearmarse de cara a Rusia 2018. Tanto como Alemania, Argentina lo arranca con
una base firme. España, Holanda, Inglaterra, Portugal, Uruguay e Italia tendrán
que apelar a una profunda renovación de sus planteles, si es que tienen con qué.
Francia, Bélgica, Colombia y Chile trabajarán tratando se consolidar el
crecimiento y pensando en el futuro con optimismo. Brasil reiniciará su marcha
con una pesada e inesperada carga sobre sus espaldas: Volvió a defraudar de
local, y se comió un terrible baile con goleada por 7 a 1, eliminación en una semifinal para la
historia, un bochorno que no pudo revertir en el partido por el tercer puesto,
en el que Holanda le ganó por 3
a 0. Tal vez nada vuelva a ser lo mismo para el fútbol
brasileño por un largo tiempo.