por Marcelo Calvente
Como pasa cada cuatro años
de la mano del inicio de una nueva Copa Mundial, los más destacados filósofos y
pensadores de nuestro medio suelen clarificar acerca de las raras pasiones que
la máxima competencia deportiva a nivel selecciones suele despertar en los
pueblos, sentimientos de inocultable nacionalismo que salen a la cancha con la Selección , que los
colores patrios y los himnos exacerban, y que se miran por TV desde todos los
rincones del mundo. La máxima fiesta del fútbol mundial una vez más está por
comenzar y siempre vale la pena volver sobre los acontecimientos del
pasado.
Resulta curiosa la suerte de la Selección Argentina en la historia los mundiales. Las
primeras tres décadas de fútbol profesional, cuando todavía no eran muchas las
naciones que lo practicaban, devino en la Copa Mundial de 1930, en la que se evidenciaron dos
supremacías: La del Río de la Plata sobre el resto del mundo, y la de
Uruguay sobre Argentina de entonces. En adelante sería al revés, pero Argentina
no podrá demostrarlo hasta entrados los años 80, de la mano de Diego Maradona,
entregando la actuación individual más destacada de la historia de los
mundiales y, confirmando en tierra azteca en 1986 lo anunciado en la propia en
1978, cuando se consagró campeón en un torneo de marco tenebroso que le quitó
reconocimiento internacional.
La segunda guerra mundial postergaría la
competencia durante toda la década del 40, en la que según dicen, el mejor
fútbol se jugó en la Argentina. Brasil cobraría su deuda recién en 1950. Los
interminables conflictos entre los jugadores y los clubes argentinos derivaron
en un éxodo de figuras al fútbol colombiano, cuyos clubes no pagaron por los
pases a sus pares de la Argentina. La maniobra contó con la aprobación de la Confederación Sudamericana de Fútbol y de la FIFA , y fue el motivo principal de la ausencia
criolla en el Mundial de Brasil, sumado a la traición brasileña de Francia 38.
Uruguay concurrió e hizo justicia. “Los de afuera son de palo”, dicen que le
dijo el experimentado capitán charrúa Obdulio Varela a sus compañeros, señalando a los 200.000 espectadores que colmaban el Maracaná. Con enorme
temple, Uruguay terminaría venciendo por 2
a 1, provocando la tristeza mais
grande do mundo hasta la fecha.
Argentina volvió a la competencia con escasa
suerte. Fracasó rotundamente en Suecia en el 58, y tampoco pudo pasar de la
primera ronda en Chile 62. Era la hora de ponerse a trabajar en serio. Un papel
decoroso en Londres 66, la inesperada eliminación para México 70 amanos de Perú en la Bombonera y un nuevo fracaso argentino del
Mundial de Alemania 74, precedieron a la conquista de 1978, y luego de un paso
en falso en España 82, la enorme consagración del equipo de Bilardo en México
86. Lo demás es historia más reciente y conocida: La de la enorme supremacía de
Brasil de los últimos veinte años. Luego de la epopeya del Mundial 90, con
Argentina llegando a los tumbos a la final que perdió con Alemania por un penal
inventado, ni el equipo de Basile en EEUU 94, ni Passarella en Francia 98, ni
Bielsa en Corea-Japón 2002, ni Pekerman en Alemania 2006 y mucho menos
con Maradona como DT en Sudáfrica 2010, la Selección Argentina no pudo volver a meterse entre los
semifinalistas. No obstante, cada cuatro años se renueva la ilusión. Con un
equipo repleto de grandes delanteros, y con Lionel Messi consagrado de antemano
como mejor futbolista del planeta, el elenco nacional se dispone a probar
suerte en Brasil, donde el fantasma del Maracanazo se agiganta a medida que se
acerca el inicio del torneo.