miércoles, 2 de abril de 2014

El barro y el turro

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com
    
A la hora del partido, la lluvia era tal que resultaba impensado que se jugara. Solo a los que cumplían con su obligación, ya sea laboral o con un corazón desaforado por los colores, se le podría ocurrir encaminarse a La Fortaleza con el diluvio que caía desde  la mañana del domingo. Pero minutos antes de la hora de inicio el árbitro hizo picar la pelota acompañado por los presidentes de ambos clubes, que no muy convencidos aceptaron la orden de jugar. En varios sectores de la cancha había charcos, los botines despedían agua para todos lados, el piso definía el destino de la pelota. Un chaparrón cerrado lo suspendía inmediatamente. Pero el chaparrón no llegó, y de apoco ambos equipos se fueron adaptando al campo. Central lo hizo primero, y dispuso de cuatro chances claras de gol producto de los imponderables acuáticos de cada pique de balón en las cercanías de Marchesín. Advertido del peligro, Lanús dio un paso adelante, y con el buen trabajo de Somoza, Ayala, y sobre todo el pibe Valdez Chamorro -cada vez más suelto y convencido de sus posibilidades- a partir de los 15’ el dominio y las aproximaciones fueron del Granate. Berrientos, Ismael Blanco y el dicho pibe tuvieron sus oportunidades de marcar, sin éxito, en el último cuarto de hora. El partido se hizo vibrante, los charcos de agua y los piques en falso quedaron en segundo plano, los dos equipos lo querían ganar. La imagen del estado del terreno al finalizar el primer tiempo era casi campestre. El agua se había transformado en barro. 
  El segundo tiempo fue igual de vibrante, el terreno era resbaloso pero uniforme y Lanús seguía siendo mejor. El Mellizo seguramente había tomado nota de que en Central ataja
Mauricio Caranta, y con los caminos cerrados, Lanús jugó a poner la pelota vía aérea en el punto penal. A los 19’, el tiro libre del paraguayo Ayala se quedó corto, pero Caranta dudó con el amague de Goltz, 1 a 0 arriba y era justicia. Sin embargo en el primer ataque a fondo de Central, dos minutos después, Federico Carrizo dispuso de un metro demás y la clavó en un ángulo desde afuera del área. Lanús siguió siendo dominador, en el barro se afirmó mejor que en el agua y la personalidad de sus baluartes anímicos, Marchesín, los dos del fondo, Somoza y el Pelado Silva, se llevó por delante a Central con la misma convicción con que había arrasado con Cerro Porteño, en ambos casos supliendo fatigas por fiereza y convicción en la parte final de cada encuentro.  A los 37’ y desde la esquina, Ayala la puso en  la cabeza de Izquierdoz y Caranta, en su especialidad, la miró entrar desde la línea de gol: 2 a 1 definitivo.  La imagen de Lanús es la del que sabe que se viene lo mejor. El cansancio de siempre, tanto como el barro del domingo, son obstáculos que el plantel está dispuesto a saltar con una convicción pintada de heroísmo, tinte indispensable para coronar con éxito un semestre de competencia maratónica y demencial, una virtud que Lanús ya demostró tener cuando levantó la Copa Sudamericana, hace apenas tres meses.
  Minutos después, Boca y River se enfrentaron en la Bombonera. Los dos vienen tan mal como los números lo indican, aunque River aventaja a su rival en conciencia. Aún están volviendo de la “B”, sus hinchas han comprendido a fuerza de dolor, ya no tienen paladar negro, y no les preocupa jugar a lo Platense. Boca, que aún se siente ajeno a la lucha que se le viene, sigue dándose el lujo de mantener a un técnico que no da pie con bola, que hace contratar jugadores mediocres que representa su hijo y que está dibujado en el medio del quilombo que es su plantel, avanza arrodillado al capricho de Riquelme, tan turro él, que se las rebusca para poner un tiro libre en el ángulo de Barovero para alcanzar un empate indispensable, y luego salir reemplazado para recibir esos aplausos que tanto teme perder para siempre. Tan turro, que no pudo evitar que River se aproveche de la bondad de Agustín Orión, el que va al Mundial que no va Marchesín, y se lleve la victoria en sus nariz, siempre fruncida. River da pelea como puede. Boca todavía no sabe restar 76 puntos en el promedio del descenso, y los dirigentes aún no se animan a hablar de cambios. En Racing, Merlo se aferra a los empates para subsistir, y en Independiente, Cantero afronta el descrédito y la obligación de ascender a un club que cada día está más fundido, y se inspira en Napoleón Bonaparte.
  Sin embargo la nota de la semana pasó por otro lado. Casi en simultáneo con el empate de San Lorenzo en Ecuador que lo deja al borde de la eliminación de la Copa, Tinelli hizo saber que tomará una licencia por lo que resta del año, y en una de las pocas entrevistas que dio explicó, entre otras cosas, que él no había llegado al club para escuchar insultos. Ocurrió que en Ecuador, su equipo se empezó a despedir de la Copa Libertadores que quería grabar con su apellido, y el tipo, desacostumbrado a las derrotas, se fue a bailar por un sueño. De ahora en más, todo lo que pase en San Lorenzo será ajeno a su figura. Flor de turro, que rápido se avivó de su grave error. Por lo pronto el Papa Francisco no hizo anuncios en el mismo sentido. San Lorenzo estará poco menos que en manos de Dios antes de lo pensado…
  Vélez, Newell’s, Arsenal y Lanús, si logra al menos un empate en Chile ante el duro O’higgins en ocho días, en un choque que será una verdadera final por un objetivo, el pase a octavos, están en carrera por la principal competencia del continente en representación del fútbol argentino, la Copa Libertadores de América, esa que en otros tiempos jugaban Boca, River, Independiente, Racing, San Lorenzo y Estudiantes, en tanto muchos parecen no advertir cuánto y porqué todo ha cambiado tanto.