por Darío Tavolaro*
Habremos de recordar que hace ya algunas décadas era frecuente jugar con soldaditos, algún revolver de juguete, a policías y ladrones, etcétera. Pero por supuesto que eso no era la antesala para asegurar un futuro delictivo. Nada más alejado de la realidad. Simplemente sucedía que cada quien tenía límites muy bien definidos entre lo que estaba bien y lo que no.En esa lucha por la emergencia del instinto salvaje siempre se superponía la fuerza de la conciencia o la moral, de tal suerte que hasta podíamos representar un angelito y un diablito que nos hablaba al oído. Esta mediación entre el impulso y la conciencia siempre frenó en las personas normales actos no santos con argumentos tales como: “Qué diría mi padre si se entera”, o “Es pecado, no hay que hacerle al otro lo que no nos gusta que nos hagan”, y otras tantas, pero no me voy a extender en cuestiones que para las personas de bien son harto conocidas.
El asunto en cuestión es que el kirchnerismo logró destruir de manera sistemática esta barrera, de tal suerte que lo que estaría bien pasa a ser lo contrario y viceversa. Mentir, manipular, adulterar, abusar, maltratar, patotear, etcétera, han sido valores claramente instalados por esta secta ideológica que militando con su ejemplo han levantado la barrera de la censura en las nuevas generaciones al punto de que pueden matar, robar, estafar, adulterar y todo tipo de fechorías sin la más mínima cuota de culpa o remordimiento. Pueden pegarle un tiro a un vecino en la cabeza para sacarle el celular y luego mirar la tele, revisar el celular, reírse con los jueguitos, pero de culpa o remordimiento ni hablar. ¿Porqué habrían de estar mal o creer que es indebido, si el gobierno hace uso de estas prácticas a diario de manera más elegante? Y aparte: ellos son el gobierno. ¿Van a ir presos? ¡No! No hay pena para el menor y si es mayor vaya usted a encontrarlo. ¿Alguien va a censurar tales actos? ¡No! Por el contrario, se sienten cada vez más cerca de sus líderes, casi como pensar que están
haciendo una carrera hacia alguna diputación.
No hay culpa, no hay remordimiento, no hay moral y esto es el ABC de cualquier psicópata y estos psicópatas no son los soldados del pingüino, son los hijos del kirchnerismo que hasta que la justicia no tenga las manos desatadas seguirán sembrando terror entre los vecinos de bien.
(*) Dirigente de Unión por Todos