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lunes, 10 de febrero de 2014

Sordos por el fútbol

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Faltaban menos de 24 horas para el inicio del Torneo Final, cuando el jueves 6 de febrero por la noche Marcelo Tinelli recibió el llamado del jefe de Gabinete de Ministros, Jorge Capitanich, dando por terminadas las negociaciones y abortando su propio plan para que el popular conductor televisivo se haga cargo del Fútbol para Todos. Como sabemos, un día después el ciclo arrancó sin cambios significativos tanto desde lo periodístico como desde lo estético. Corriendo contra reloj, Tinelli había dejado fluir la información acerca de algunas modificaciones que pensaba realizar, como el ingreso de Mariano Clos, Juan Pablo Varsky, Sebastián Vignolo y Diego Latorre, cuatro de los mejores relatores y comentaristas de nuestro medio, y la salida de Marcelo Araujo, Julio Ricardo, Alejandro Apo, Javier Vicente, Roberto Perfumo y algunos más, verdaderos artífices de que millones de televidentes tengan que bajar el volumen de sus receptores ante lo impresentables de sus respectivos trabajos durante las emisiones de los principales encuentros de la máxima categoría del fútbol argentino. 
El acuerdo entre Capitanich -a quien acompañaron el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, el vocero presidencial, Alfredo Scoccimarro, y el coordinador del FPT, Pablo Paladino- y el conductor, se había cerrado de palabra el 20 de enero último, el día en que Tinelli fue captado entrando canchero a la Rosada. Según afirma el diario La Nación en su edición dominical de ayer “En el medio del encuentro se abrió la puerta del despacho y apareció la presidente Cristina Kirchner. La mandataria le dio la bienvenida a Tinelli y le pidió que se ponga a trabajar para avanzar con una nueva estética en las transmisiones de los
partidos de fútbol. Con la venia de la propia jefa de Estado ya no había marcha atrás: el proyecto comenzaba a tomar forma.” A partir de ahí, todo se hizo cuesta abajo para los protagonistas del cónclave: Tinelli hizo públicos los cambios en el staff, que incluían el despido de algunos periodistas-militantes del ciclo, y enseguida tuvo que dar marcha atrás: Sólo se van Araujo y Ricardo fue la orden que recibió y le transmitió Capitanich, y que Tinelli a regañadientes aceptó. Luego se supo sobre su intención de limitar la profusa propaganda política oficial -pagada con fondos públicos- que sostiene al fútbol. Enseguida apareció Hebe de Bonafini, en su rol actual de vocera oficiosa con lenguaje de barricada: “El Fútbol para Todos no está para hacer plata, está para hacer política” dejando en claro muchas cosas, y además sugiriendo que a alguien muy importante, el acuerdo entre Tinelli y parte de los principales hombres de la presidenta no le cerraba. Según la cuenta La Nación, se puede interpretar que mientras sus funcionarios avanzaban de acuerdo a lo pactado previamente, cada medida anunciada era rechazada desde el entorno familiar de la jefa de Gobierno, más precisamente por parte de Máximo, que a su vez recibía los reclamos de los principales cuadros de la agrupación que dirige: La Cámpora. El desenlace del asunto no deja dudas, y a decir verdad, no resulta extraño. Desde la asunción de Capitanich, la mitad de lo que se anuncia por la mañana se desmiente por la tarde. No parece funcionar bien el gabinete de Coqui, que arrancó como dúctil y prolífico explicador, y que rápidamente pasó a no dar pie con bola. “Profesor, tengo una mala noticia. Se retrotrae todo a pedido de la Presidente. El Fútbol para Todos queda en manos de La Cámpora” dice La Nación que le dijo Capitanich a Tinelli para terminar con el asunto. Sin entrar a polemizar sobre cuestiones político-partidarias, observar lo actuado como muestra de estilo de gestión resulta preocupante.  
Hace siete días analizábamos la cuestión desde la óptica de los clubes argentinos que integran la AFA. Tinelli se acercó al Gobierno desde su rol de productor televisivo para mejorar las transmisiones de fútbol obviando su pertenencia a la entidad madre como  amo y señor de uno de los clubes miembros más importantes. Sus pares, al menos públicamente, nada dijeron. De haber prosperado el acuerdo, la contemporaneidad de los dos roles de Tinelli lo habrían convertido en el dueño de todas las decisiones, la germinación de otro Grondona más joven y activo, mucho más mediático y popular, y por lo tanto más peligroso aún. Visto de esta manera, es muy bueno que no haya prosperado, tanto como  malo es que finalmente Clos, Varsky, Latorre y Vignolo queden al margen de la TV Pública. Penosamente, el fútbol seguirá a la deriva por un tiempo más. Ahora parece que se hará cargo la agrupación juvenil creada por Néstor Kirchner en 2003 con Máximo como interlocutor generacional de un pequeño grupo de militantes, que en estos años han logrado captar enormes sectores de participación juvenil, y seguramente su estilo desprolijamente combativo se reflejará en los mensajes de la pantalla en busca de votos. Extraña que no se den cuenta que estos pésimos -y muy caros- periodistas espantan a los televidentes de todas las edades, banderías políticas y futboleras, incluso a los propios compañeros de la corriente partidaria que ellos integran. Extraña que no se den cuenta lo que significa que multitudes de argentinos tengan que seguir bajando el volumen para poder disfrutar de los partidos...
Pero lo que más nos preocupaba hace siete días era el rumor que circulaba detrás de la noticia: Que entre lo que Tinelli ambicionaba estaba el negocio de las apuestas oficiales. Los periodistas deportivos que lo señalaban se cuidaban sin disimulo de no emitir opinión, tanteando el impacto del trascendido. Y como tal vez algo escondido detrás del sainete que vivimos con la frustrada negociación, el impacto no fue tal, alguno pensará que la idea ya pasó la prueba de la blancura. Sería aconsejable no olvidarlo y  seguir prestando atención al tema del escolazo legal y lo mucho y muy malo que con su regulación puede sucederle a nuestro deporte más querido. Porque alguien,  seguramente sin dar demasiadas explicaciones, lo va a tratar de implementar en pocos meses. Cualquiera, incluso el propio Tinelli.