por Omar Dalponte
nuevospropositos@hotmail.comPor unos días, después de varios años de trabajo ininterrumpido, hicimos un alto en nuestra tarea periodística. Retornamos en la segunda quincena de enero y continuaremos semanalmente y mensualmente en las ediciones impresas. Con más frecuencia lo haremos en las páginas digitales editadas en nuestro país donde habitualmente se publican nuestras notas
Teniendo muy en cuenta las tradicionales fiestas y el comienzo del nuevo año, hacemos propicia la oportunidad para desear felicidad al pueblo argentino y un futuro venturoso para nuestra Patria. Que vaya pues también, muy especialmente, un enorme abrazo a las compañeras y compañeros de militancia con quienes compartimos luchas y sueños. Hemos vivido intensamente estos últimos sesenta años de la historia de nuestro amado país y podemos decir con orgullo que lo hemos hecho como actores y no como simples espectadores de la realidad nacional. Fuimos y somos, en fin, sujetos activos comprometidos con una línea de conducta, con el peronismo y con el socialismo nacional. Por lo tanto, nuestra adhesión al kirchnerismo es total y absoluta pues entendemos que esta rica experiencia abre las puertas en nuestro paìs para intentar las transformaciones que se imponen frente al fracaso estrepitoso del sistema capitalista. Sistema que ha conducido a gran parte de la humanidad a la situación de injusticia y degradación intolerables que actualmente se padece en gran parte del mundo.
Diciembre, como esperàbamos, fue un mes en que nuevamente hubo quienes trataron de
jaquear al gobierno nacional. La sedición policial, los saqueos organizados llevados a cabo por delincuentes y grupùsculos marginales, los cortes de luz producidos principalmente por la desidia de las empresas distribuidoras de energía, y el infaltable aprovechamiento de estos acontecimientos por parte de determinados sectores adversos al kirchnerismo, alteraron la paz de una importante porción de la sociedad. Pero la sangre no llegó a los ríos. Otro hubiese sido el escenario con un gobierno débil y un país dependiente, en el fondo del abismo, como los que en tiempos pasados hicieron trizas a la Argentina. En ese caso todo hubiese saltado por el aire. Hoy, mal que les pese a los agoreros y enemigos del pueblo, la Argentina vive uno de sus mejores momentos. El gobierno nacional orienta el rumbo del país con el liderazgo de Cristina Fernández acompañada por un equipo que responde a las necesidades de este momento. La reciente elección de nuevas autoridades en el Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires es un hecho importante y resulta muy positivo el respaldo de esta organización política a la gestión de la presidenta de la Nación y al proyecto nacional y popular en marcha.
Pero no obstante la situación favorable de este instante no podemos ignorar algunas debilidades nuestras puestas de manifiesto recientemente y que es necesario superarlas lo más pronto posible. Es sabido, y nosotros lo anunciamos reiteradamente, que el último mes del año es el momento elegido por los enemigos de nuestro gobierno para hacer la vida imposible a todo el mundo con la mala intención de generar un clima de disconformidad y exacerbar los ánimos de la gente. Fallamos, y lo decimos con todo respeto, en prevenir y alertar en tiempo y forma a través de todos los medios posibles respecto a las cosas que finalmente pasaron. Estaba cantado que podían producirse disturbios que ya son un clásico al finalizar cada año. De ahora en más lo importante es evitar que estas cosas no se repitan, y si realmente existe la decisión de profundizar los cambios de estructura que permitan hacer del nuestro un país justo, libre y soberano hay que anticiparse a hechos que perturban la consolidación del modelo kirchnerista y el avance del proyecto nacional. Las excelentes intervenciones del ministro Julio De Vido y del jefe de Gabinete Jorge Capitanich, durante y después de los días de sufrimiento y de alboroto, ayudaron pero no son suficientes. Las intenciones destituyentes navegan en la superficie y más de un mal momento podremos evitarlo si sabemos anticiparnos e informar debidamente, con absoluta claridad, sobre lo que puede acontecer en fechas claves en las cuales los enemigos, invariablemente, están dispuestos a concretar sus ataques.
Sabemos desde siempre, y más a partir de los episodios de diciembre, que la policía, por ahora, no es una institución confiable para afianzar la democracia. Y es inadmisible que se tome como una cuestión normal la existencia de sectores de buenos y malos dentro de sus filas. La institución policial está para garantizar la seguridad de toda la sociedad y punto. En ella no debe haber lugar para los malos. Quienes accionaron en contra de la paz de los argentinos en complicidad con parcelas de la delincuencia, como autores intelectuales o directos, son absolutamente responsables de los días de violencia y saqueos en las calles y por lo tanto deben ser sancionados con todo el rigor de la ley. Además tengamos en cuenta que no se han escuchado voces dentro de la Institución que repudien terminantemente esos hechos y que condenen con especial énfasis la muerte de Cristian Walter Vera, un honorable subcomisario de la Fuerza, caído en cumplimiento de su deber por culpa de los sediciosos en la provincia del Chaco. Evidentemente el "espíritu de cuerpo" no está presente en todas las ocasiones y la ausencia de un pronunciamiento categòrico, público y mayoritario por parte de sus camaradas deja mucho que desear.
En algunas cuestiones fundamentales, si se trata de avanzar en el camino emprendido hace una década, hay que seguir animándose a ponerle cascabeles a los gatos. Las policías, a lo largo y ancho del territorio nacional, deben ser puestas definitivamente y con toda firmeza bajo las órdenes del poder político y funcionar de acuerdo a una férrea disciplina que no permita a esas fuerzas armadas apartarse en ningún momento de sus funciones específicas. No deben repetirse bajo ningún concepto los vergonzosos episodios de diciembre, y los responsables de ellos tienen que ser ser sancionados de acuerdo a las leyes y los reglamentos pertinentes.
En cuanto a las empresas distribuidoras de energía como Edesur y Edenor ya no hay margen para que continúen extorsionando al gobierno argentino y sumiendo en la desesperación a miles de usuarios. Han ganado miles de millones de pesos, sin embargo el servicio que prestan es deplorable y además llevan adelante una política de provocación inaceptable en un país que pretende crecer y desarrollarse. Ha llegado la hora de tomar las medidas que corresponden y que no son otras que la estatización de los servicios de distribución de energía. Està suficientemente demostrado que dichas empresas son ineficientes, irresponsables e insensibles y que los problemas que causan son de una gravedad mayúscula. Poner definitivamente al servicio del país el suministro de energía en forma eficiente y racional es una necesidad imperiosa. Anhelamos que una decisión positiva en este sentido sea uno de los primeros buenos anuncios del año que recién comienza. Es posible encarar las soluciones correspondientes por diferentes caminos y uno puede ser el de la consulta popular. La realización de un plebiscito bien puede ser un recurso adecuado para obtener el respaldo del pueblo en forma clara y terminante que apuntale la decisión patriótica continuar recuperando soberanía. Lo dejamos como una posibilidad abierta al debate.
(*) De Iniciativa Socialista