por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.comEl fútbol argentino, en estos momentos de receso y festividades navideñas, no se estén reuniendo para evaluar la situación crítica en que se encuentra la máxima competencia futbolística de nuestro país, tanto en lo deportivo como en lo económico, con el agregado de una notable y nunca vista pérdida de rumbo en lo organizativo. El Torneo Inicial que acaba de ganar San Lorenzo fue un bochorno en ese aspecto, como lo fue en lo que respecta a la seguridad, a la transparencia y a la efectividad de gestión. En este campeonato que culmina ha pasado de todo y cuesta creer que todo vuelva a empezar sin que siquiera se haya hecho una mínima evaluación de la situación. Los dirigentes saben que así no se va a poder seguir, pero no hablan, ni miran ni oyen como los tres monos sabios.
Para empezar, en el semestre que termina se consolidó la ausencia de público visitante, medida que se sancionó para todo el país pero se hizo cumplir sólo en la capital y el Gran Buenos Aires: Ningún equipo le manda entradas a su oponente, evitando de ese modo que una parte de ellas vaya a parar a manos de la barra brava, cosa que ocurre en todos los clubes. Pero los clubes del interior le venden boleto por ventanilla a todo aquel que se confiese “neutral”, a quien se lo ubica en un sector especial y se le pide que se comporte de esa manera. Es cierto que no hubo incidentes ni provocaciones, pero los neutrales que concurrieron a ver Rafaela-San Lorenzo, de repente, se hicieron muy hinchas del Ciclón, lo alentaron y celebraron ruidosamente sus dos goles. No digo que esté mal, simplemente señalo el detalle de que no es justo, pero a la vez demuestra que sin barras bravas visitantes no es necesario hacer demasiado operativo policial, y pese a eso, no hay más violencia que la habitual.
Ya nadie duda de que la violencia se enquistó en la lucha interna por el poder de cada barra, que los últimos muertos, más allá de los que provoca el exceso policial en la represión, se
producen como saldo de esas internas que dirimen que grupo será el beneficiario de los favores dirigenciales, un beneficio que los dirigentes están obligados a conceder, ya que el estado no los protege del accionar extorsivo de los jefes de la barra de cada club. Algunos acceden con desagrado, tratando de tener controlado el problema de la mejor manera posible, otros se asocian y se ponen al frente de ellos para delinquir desde la conducción misma, conformando una especie de Mazorca que persigue opositores, como ocurrió en Newell’s en tiempos de Eduardo López, quien por estos días debía declarar ante la justicia por administración fraudulenta, denunciado por sus sucesores al frente de la institución, quienes además aportaron las contundentes pruebas.
La no presencia de público visitante parece limitar la influencia de las barras en varios aspectos, pero a la vez le resta el colorido que siempre caracterizó a nuestro fútbol, y perjudica al hincha de verdad, a quienes quieren acompañar pacíficamente a sus colores juegue donde juegue. Por otro lado facilita los operativos de seguridad -una cuestión que quedó demostrado con los últimos sucesos- no es algo fácil de garantizar de manera eficiente en ninguna provincia. Lo cierto es que tanto Lanús como San Lorenzo jugaron uno de los partidos más importantes de sus respectivas historias sin sus seguidores en el estadio, la última fecha de un torneo que peleaban palmo a palmo contra sus respectivos oponentes, que jugaron de local y a quienes acompañó todo su público. Esto se da a patadas con la historia, no obstante, nadie se preocupa por la vuelta del público visitante, como si de antemano supieran que por ahora es imposible que eso ocurra.
Sería largo enumerar las muchas irregularidades que ocurrieron en el fútbol argentino del último semestre. Basta señalar algunas: Jugadores de Arsenal y Gimnasia tomándose a golpes de puño con la activa participación de auxiliares y allegados al equipo local, lo que no mereció sanción alguna para el club de Sarandí, y apenas algunas fechas de suspensión para los informados, sólo cinco jugadores, dos del local y tres de la visita. Malos comportamientos de varias hinchadas locales que tampoco merecieron sanción, y el colmo de los colmos, la suspensión de Colón-Rafaela a minutos del inicio del encuentro porque los jugadores locales, asesorados por el secretario general de su gremio, decidieron no presentarse por falta de pago mientras sus hinchas esperaban el partido en las tribunas. Acá se jugó con fuego. Después de varias dilaciones, la AFA decidió darle los puntos a la visita pero no procedió a descontarle tres puntos al local, algo que el reglamento ordena, omisión que fue aceptada por todos los dirigentes, incluso los de algunos clubes que deberán pelear por mantener la categoría con el elenco sabalero en el semestre que se inicia, quien contará con esos tres puntos que ya no debería tener. Y ni hablar del despilfarro sin control por parte de los dirigentes de la mayoría de los clubes de los dineros que el Estado aporta, muchos de ellos al borde la imposibilidad de continuar si no reciben dinero fresco para pagar lo que deben y así poder seguir dilapidando el futuro en contratos desmedidos Como nunca, la AFA parece acéfala. El Fútbol para Todos, que aporta el dinero para sostener el show, tampoco pudo hacerse cargo de la cuestión, al contrario, varios horarios caprichosos e incómodos para los espectadores fueron por orden suya. Y el colmo de los colmos: Tener que aguantar los relatos de Araujo y los comentarios impresentables de Perfumo, Apo y Julio Ricardo.
Una muestra contundente de la crítica situación fue la última fecha del Inicial, disputada siete días antes de la doble definición de Rosario y Liniers, en la que así como ocurrió en la Boca, también se pudo ver la imagen de la barra brava de Quilmes ingresando pirotecnia y deteniendo el encuentro cuando quiso, con tribunas desprovistas de control policial, a quienes se le escapan los gases lacrimógenos. A minutos del final, varios muchachotes se dispusieron a invadir el campo de juego. Una cincuentena de policías ubicados en la cancha lo pudo evitar persiguiendo y deteniendo a los diez o quince primeros que lo intentaron, lo que sirvió para que el resto de los vándalos desista de imitarlos. Fue una suerte, pero resulta difícil imaginar el saldo si la invasión hubiese sido lo masiva que se anunciaba.
El mayor problema es que justamente Quilmes está conducido por el senador nacional Aníbal Fernández, hombre del círculo más cercano al poder ejecutivo, una verdadera espada mediática del oficialismo durante los últimos diez años, un hombre que puede levantar todos los teléfonos y ser atendido por los principales funcionarios de los tres poderes. Que él no pueda controlar a la barra de su propio club es todo un síntoma de la situación actual de un fútbol argentino cuyos dirigentes miran para otro lado, tanto como las autoridades policiales, los organismos de seguridad, la justicia y todos los que tienen responsabilidades sobre una pasión criolla que está en serio riesgo de poder continuar en estos términos. Quién se va a hacer cargo de este lío y cuándo va a empezar a hacerlo, todo un misterio, como lo de los monos.