por Omar Dalponte*
nuevospropositos@hotmail.comSeguramente quienes desean el fin del kirchnerismo imaginaron que el tiempo que seguiría a las elecciones realizadas el 27 de octubre pasado sería de otra manera. A pesar de haberse llevado más de una sorpresa ante la capacidad de superación del oficialismo frente a las distintas situaciones surgidas de cada adversidad y de su adaptación a los nuevos escenarios, muchos creyeron que estos serían tiempos de revancha. El despertador es cruel. Casi siempre Interrumpe sueños gratos y cuando despertamos nos damos cuenta que hay que seguir remando sobre el bote de la vida en las aguas revueltas que empuja la realidad.
La presidenta sacudió la coctelera y sirvió varios tragos que seguramente no son agradables al paladar opositor porque varias cosas que se le reclamaban fueron puestas a disposición de la sociedad, prolijamente armadas y superando cualquier expectativa. Dos merecen ser mencionadas. El nuevo jefe de Gabinete ofrece una conferencia de prensa todas las mañanas con lo cual aquello de la falta de comunicación quedó como reclamo del pasado y ahora escasean preguntas inteligentes de parte de quienes insistían en formularlas. El actual ministro de Economía, con la contundencia de sus argumentos, pone contra las cuerdas a aquellos que pedían a gritos la presencia de un funcionario fuerte en esa cartera y más de un sembrador de falsedades quedó atragantado frente a la designación de un tipo que además de ser sumamente capaz expresa con vigor y claridad sus ideas. En síntesis: dos temas con
los que se pretendía correr con la vaina al gobierno ya no sirven para aguijonear a la opinión pública. Probablemente antes de fin de año habrá otros anuncios que servirán para demostrar que el proyecto y el modelo kirchneristas siguen tan vigorosos como siempre pero en el camino será necesario afrontar algunas dificultades bastante dañinas.
Las protestas policiales no son un hecho menor. La policía cordobesa y especialmente el gobernador José Manuel De la Sota son los responsables del vandalismo ocurrido en esa provincia que con su cuota de destrucción produjo también alguna muerte. La fuerza policial es una organización armada que por más justos que sean sus requerimientos de ninguna manera puede dejar a la sociedad desprotegida y a merced de la delicuencia que, como no podía ser de otro modo, actuó con total libertad en distintos sectores de la ciudad mediterránea. En cuanto al gobernador De la Sota su incapacidad es más que evidente frente a circunstacias gravísimas como la que conmovió no sólo a la provincia sino a todo el país. Este personaje que alguna vez expresó sus aspiraciones presidenciales quedó, por incompetente, absolutamente descalificado para pretender escalar posiciones políticas en el futuro.
También, en otras partes de nuestra geografía, por ejemplo en Rio Negro, La Rioja y San juan debido al conflicto hubo saqueos, En Neuquén los efectivos tomaron la jefatura policial y en Catamarca ocuparon la Casa de Gobierno. En todos los casos esto significó una situación de alta peligrosidad y de ataque a la democracia que, de no ser resuelta como corresponde sancionando severamente a los responsables, puede generar episodios cuyas consecuencias son impredecibles. Sin dudas el personal policial debe ser remunerado de acuerdo a sus funciones como cualquier trabajador y su salario debe permitirle una vida digna. Sobre esto no hay discusión. Pero también hay que considerar que la policía es una fuerza armada, vertical, que por lo tanto tiene obligaciones muy especiales frente a la sociedad y su organización le exige una férrea disciplina ante sus mandos y el poder político. No hay ningun argumento que justifique el abandono de su función específica. Y no se nos escapa que detrás de reclamos justos pueden existir operaciones políticas para que sectores antidemocráticos traten de sacar tajada procurando alcanzar objetivos inconfesables. Es necesario que la civilidad democrática esté atenta en estos días de un diciembre caliente y debemos estar dispuestos a defender nuestras libertades y nuestra tranquilidad. Habrá que festejar los treinta años de democracia con palabras adecuadas pero con presencia efectiva del pueblo en las calles. Esto último es la mejor garantía.
(*) De Iniciativa Socialista