por Alejandro Chitrangulo
La licenciada en psicología Mara Diz, dirige una consultora que organiza cursos de control de estrés en empresas y recientemente encabezo una investigación realizada en empleados jerárquicos del gobierno de la ciudad de Buenos Aires y también en la gobernación de la provincia que arroja resultados interesantes sobre el impacto del estrés: el 65% presentaba niveles de ansiedad elevados y el 59% confesó sentir los efectos nocivos de su propia y creciente impulsividad, agresión y sentimiento de insatisfacción. Casi la mitad admitió perder rápidamente la paciencia y además, el 67% sufría de contracturas musculares e insomnio y experimentaba signos de agotamiento.El estrés malo
Cuando el árbol arterial es el target del estrés crónico, el resultado es catastrófico. Hoy las enfermedades vasculares constituyen la primera causa de muerte en el mundo. ¿Cómo atribuirle tanto poder a un mecanismo natural que en situaciones puntuales resulta estrictamente indispensable? El cuerpo se tensa. La sangre se concentra en las piernas desde un corazón que bombea acelerado. Las manos se encrespan y una catarata enfervorizante de adrenalina anticipan el escenario para la acción: el cerebro escaneó una amenaza y alertó al cuerpo para atacar o huir. Fisiología ancestral útil para escapar de una manada de elefantes, pero particularmente inoperante para defenderse de un atascamiento del tránsito; entonces el disparo de ansiedad no es más que un golpe al corazón y una ruta segura hacia la hipertensión arterial.
El estrés es una respuesta fisiológica y emocional frente a una situación que se decodifica
como amenazante. Cuando la reacción se prolonga, el cuerpo se quiebra: el estrés enferma, deprime las defensas, altera la sexualidad, desborda las emociones.
La salud cardíaca fue uno de los primeros focos de análisis, William Osler, considerado el padre de la medicina interna, describió al paciente cardíaco como una persona ambiciosa e incisiva. Después fueron los cardiólogos norteamericanos Meyer Friedman y Ray Roseman quienes describieron el perfil de quienes hacían estallar sus emociones en el corazón. La personalidad tipo A se convirtió en el prototipo del cardíaco, cuyo modelo de reacción es paradigmático de la respuesta negativa del estrés.
“Se trata de personas que activan la secuencia psicofísica de estrés con gran facilidad ya que tienden a pensar como de características amenazantes los estímulos más pequeños, considerando como estresor las circunstancias de la vida”, explica un documento de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés. Y concluye: “Son personas que pagan un alto costo físico por su estrés psicológico”.
Como manejar el estrés
“La mayoría de las veces nos encontramos reaccionando explosivamente por cosas poco importantes, haciéndolas responsables de nuestro estrés”, dice la licenciada Diz, pero la verdad es que no siempre somos conscientes de los estresores físicos o psicológicos que disparan nuestra respuesta. “Para mejorar el control sobre el estrés es útil conocer nuestro perfil personal, para reconocer e interpretar las señales de alarma y aprender a manejar las emociones en lugar de dejarnos llevar por ellas; al ser conscientes de nuestras emociones podemos usarlas positivamente.”
La apuesta es rearmarse con recursos psicológicos creativos que respondan a las emociones que dispara el estrés: ansiedad, miedo, ira y depresión. Además, instrumentar el “octógono de la salud”, que resume los ocho factores fundamentales que conducen a una vida desestresada y placentera: dieta sana, sueño nocturno de 6 a 8 horas, diversiones que requieran compromiso activo, desafíos creativos en el trabajo, apoyo en los afectos, aprender a reírse de las dificultades, optimismo basado en la autoconfianza, y ejercicio físico regular.
La actividad física no es un factor más, ya que el estrés prepara psicofisiológicamente para una respuesta que nunca se ejecuta, con lo cual queda un nivel de tensión en el cuerpo que es preciso descargar. El yoga y la meditación, también son dos disciplinas que tienden a eliminar las tensiones y alcanzar la armonía psicofísica.
· Calcular el tiempo necesario para llegar en hora al trabajo o a cualquier compromiso, pero agregarle luego diez minutos para imprevistos.
· Despertarse con música agradable en lugar de hacerlo con la cotización del dólar.
· Empezar la jornada haciendo una programación lo más realista posible.
· Hacer del almuerzo laboral un momento de distensión y no otro de trabajo (fundamentalmente, ¡no comer nunca frente a la computadora!).
· Intercalar alguna actividad que le resulte placentera durante el día.
· Evitar un film de terror -o su equivalente, un noticiero- antes de irse a dormir.
· Poner en perspectiva los efectos de una situación que parece catastrófica en el largo plazo. Preguntarse si su efecto será importante dentro de un año.
· Tratar de serenar la respiración. Para esto existen numerosas técnicas de relajación fáciles de implementar.
· Escuchar al cuerpo, pues si no se lo escucha comienza entonces a subir el volumen y los efectos a largo plazo pueden (y suelen) ser trágicos.
Fuente: La Nación salud.