por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.comCulminada la 10ª fecha, la mitad más uno del Torneo Inicial, el tiempo que imaginábamos de la consolidación de un equipo que insinuaba más de lo que concretó, un equipo que cuando ganaba aplastaba, pero que cuando le cuesta convertir suele perder el control, desarmarse y resignar puntos accesibles. Un equipo que nombre por nombre tiene nivel internacional, con un arquero para campeón, con potencia ofensiva y contundencia en la red, al que sólo había que corregirle algunas cosas. Por entonces, si mirábamos el almanaque de hoy imaginábamos un Lanús ganador y consolidado en la pelea en la doble competencia. Era lo que debía decantar, lo más lógico, pero que lamentablemente no pasó y por eso estamos como estamos. No digo que afuera de la competencia local, porque si gana todo lo que queda Lanús es campeón seguro, pero sí en terreno de improbables. No digo que mal en la Copa, porque no parece ser River un rival de temer –convirtió apenas ocho goles en el semestre- pero si con muchas dudas propias que es necesario superar para seguir avanzando. Esta nota tiene por objeto encontrarle una explicación a porque no resultó lo que esperábamos.
Tendremos que remontarnos a las semanas previas al inicio, a la impactante contratación de Santiago Silva. Con Marchesín, la línea de cuatro que se lee de corrido, el Pulpito cada vez más jugador, las llegadas de Ortiz, Somoza, Melano y el Laucha Acosta y con el broche de Silva sacudiendo el mercado, Lanús era como casi nunca el candidato de todos, de un lote que incluía a Boca, San Lorenzo, Racing, Vélez, Newell’s, de prepo River y varios que se apuntaban como posibles sorpresas. Lanús fue el mejor de la fecha inicial, superando con amplitud al siempre difícil visitante Belgrano de Córdoba. Pero en la siguiente, en un partido atípico cayó en Rafaela, y luego no pudo superar de local al opaco Estudiantes y tampoco vencer a un servido Vélez en la 4ª fecha en Liniers. Por entonces el principal problema de Lanús era la presencia de un desganado Romero -luego de ese partido se logró cerrar la operación de su transferencia- y para enfrentar a Olimpo en La Fortaleza debutaría
auspiciosamente el tridente ofensivo: Melano, Silva y Acosta, el Laucha ya consolidado como el que mejor se adapta de los tres –derechos- a la banda izquierda. Lanús volvió a aplastar a Olimpo como había aplastado a Belgrano. Pero el problema principal persistía y se acentuaba: la banda izquierda del medio campo. Ayala cada vez más lejos de sus mejores tiempos, cuando faltaba tampoco rendía Barrientos -no obstante siempre mostró algo interesante en ofensiva, falló mucho en retroceso; ni Junior, que nunca mostró nada, el Pochi, menos que nada y Pasquini, que todavía no es su momento. Por entonces, después de vencer a Olimpo, decíamos: “El medio es el sector a resolver. Es hora de discutir si a esta altura vale la pena sostener el esquema de tres atacantes netos, teniendo en cuenta principalmente que entre los seis delanteros que el técnico tiene a disposición no hay un solo zurdo” y más adelante agregaba: “Acosta puede jugar por derecha, y Melano también. Uno sobra. Y ese que sobra falta en el mediocampo, que normalmente queda en inferioridad y pierde la pelota, por lo que la defensa retrocede para no quedar a mitad de camino y entregar la espalda, y así llegamos al equipo largo, la madre del borrego, el punto flojo de la idea de Guillermo”.
Allí Lanús venía consolidando su juego con el ingreso de Somoza al medio campo, con el gran momento de Silva y con la revelación del Laucha, definido por izquierda, ambos como actores o partícipes de los goles más importantes. Ya había dejado atrás a Racing por la copa ganando justicieramente ambos compromisos, y debía enfrentarlo por la 6ª fecha del Inicial en Avellaneda. Pero ese Racing, ya sin Zubeldía, parecía ser otro Racing, y a punto estuvo de vencerlo. Acá se hizo notoria otra virtud del equipo: El temple, la combatividad, la fibra, atributos que últimamente parecía escasear en los planteles granates. El tema de la semana era el significativo éxito de los tres ex Boca en Lanús, y el fracaso de Bianchi, porque Boca perdía por derribo en Bahía Blanca. El empate en Avellaneda supo a victoria, la goleada a Argentinos –hasta ahí inesperado pero sólido puntero- y la gran Vitoria sobre la U de Chile también por 4 a 0, en ese momento, y más que nunca hasta hoy, el futuro estuvo a pedir de Lanús. Pero llegó el pobre empate en Quilmes, la tonta derrota en Chile, que en realidad no fue derrota en el global, y enseguida el zafarrancho ante River por la 9ª fecha, el día D Goltz, que terminó de coronarse en Rosario, otra vez en caída absurda y comportamiento infantil, el día D Marchesín, dos derrotas dolorosas innecesarias que aún lamentamos.
Un párrafo para el cuerpo técnico granate. Hasta hoy, el equipo ha exhibido una preparación física envidiable, siempre terminó más entero que sus rivales, y no se observan jugadores echando los bofes como durante el semestre pasado. Pero si algunas lesiones, tal vez más de lo esperado. A Araujo le reemplazó con Ayala, a Velazquez con Balbi, a Goltz con Monteseirin, a Ayala con Pasquini, todo sin que se note demasiado. Pero la caída en el poder ofensivo del equipo llegó con la ausencia del Laucha Acosta, el que rompía la última línea rival apuntando la mira directo a su arco. Afuera por lesión, sin su aporte de sacrificio también se profundizó el crónico problema de la banda izquierda en la zona media. Pereyra Díaz –que mostró buenos atributos como nunca- no sintonizó con el resto. Las cosas dejaron de salir, la fortuna de acompañar, Guillermo meta negar la realidad, el plantel se fue poniendo fastidioso, los árbitros aportaron lo suyo, y lo más grave, los mellizos fueron los líderes de las violentas revueltas que terminaron con soldados fuera de combate y dos derrotas dolorosas. La primera ante River pudo haberlos sorprendido, lo de Rosario ya estuvo demasiado cerca del ridículo. Nunca más, jugadores, hay mucho dinero en el medio.
No obstante lo que no se logró corregir, todavía está a tiempo de coronar el semestre ganando la Copa Sudamericana, para lo cual las soluciones deberían aparecer sin dilaciones: no insistir con lo que no sale y probar otra cosa en lo táctico, pero por sobre todo dialogar y recomponer el optimismo, la confianza y la concentración de los players, dejando de lado reclamos y discusiones entre ellos y con los jueces que no ayudan a cumplir los objetivos. Logrando esa comunión, nada está dicho todavía.