por Heriberto Deibe*
“La labor para lograr la paz internacional debe realizarse sobre la base del abandono de ideologías antagónicas y la creación de una conciencia mundial de que el hombre está sobre los sistemas y las ideologías, no siendo por ello aceptable que se destruya la humanidad en holocausto de hegemonías de derecha o de izquierda”. Juan Domingo Perón.El mundo está hablando nuevamente de guerra y de paz en una disimulada ausencia de bipolaridad, porque si bien no existen ya hegemonías ideológicas, será porque los intereses supranacionales han decidido ahorrarse un paso y plantear sus diferencias antagónicas sin la molestia de una ideología que las sustente. Aquí la “globalización” funciona como un espejismo de pluralidad en el que los países como La Argentina corren el riesgo de quedar enredados.
Mientras el mundo, decimos, vuelve a jugar ese peligroso juego, el Gobierno Nacional toma decisiones arrebatadas y domésticas, propias de un fin de mandato, y las lleva al plano internacional, trasladando lo coyuntural de su fin de ciclo y sus necesidades de entrecasa, a los foros internacionales. Esta arritmia diplomática, deja a nuestra Nación en una posición incómoda y vergonzosa, porque el Gobierno pretende usar lo internacional de la política, para equilibrar la balanza del poder interno.
Como dirigentes políticos y sobre todo como peronistas, debemos entender que el mecanismo es al revés: la política internacional que se adopte debe regir la política local,
porque una idea de Nación solo se entiende con una idea de esa Nación en el mundo.
En estos meses, la política internacional llevada adelante por la presidente contradice la importancia de entender la política como geopolítica y eso lastima y atenta los intereses de nuestro país, porque se encierra en su lógica de caída irremediable:
- Le niega el apoyo a Brasil quebrando el bloque continental.
- Con Irán y el errático manejo de las relaciones, termina siempre corriendo detrás de intereses que nos los nacionales y jugando un juego cuyas reglas pone otro.
- Con España a través de la jueza María Servini de Cubría trayendo odios y debates superados por ese país, como desentendiéndose del Pacto de la Moncloa.
Todo esto, que podemos resumir como un manejo mal entendido de la estructura política (siendo amables y generosos), deja un saldo de intereses nacionales lesionados que deberán ser recompuestos con mucho trabajo a futuro. No puede ser otro el resultado si en lugar de servirse del contexto internacional para posicionar al país en su rol histórico, se pretende usar la coyuntura mundial para ir a contramano de esos intereses y justificar un fin de ciclo estrepitoso.
Mientras, los dirigentes se codean en una coyuntura apretadita y leen encuestas.
Por ejemplo, cuando el Papa Francisco llamó a la jornada de oración y ayuno por la paz en Siria, nuestro gobierno y la totalidad de la dirigencia política guardaron un silencio que a los gritos demostraba incapacidad para entender el papel de La Argentina en el mundo o un terror de quedar en un “off side” para el consumo interno.
Vale destacar las dos excepciones: el intendente de Tigre Sergio Massa y el gobernador de Córdoba José Manuel de la Sota.
Lamentablemente, este fin de ciclo tiene muchos parecidos con el de Menem. Pero, más lamentables aún, son las diferencias: Menem podía aterrizar el avión y si manejó las variables con mezquindad, lo hizo también con las mañas suficientes. En cambio, no vemos en este gobierno una voluntad o capacidad de aterrizar el “modelo” sino, todo lo contrario.
La dirigencia argentina, sobre todo la peronista, debería seguir las categorías políticas de Perón. Debería despertar y observar. Debería formularse una opinión sobre política internacional basada en una idea de país, a fin de lograr el máximo desarrollo “posible” para la Patria.
Estamos, por desgracia, obligados a recalcar el genio político de Perón en su concepto de Tercera Posición porque su postulado se adelantó en el tiempo 60 años a una realidad que hoy es imprescindible: la conveniencia de un mundo multipolar como única garantía del equilibrio, el respeto y la fraternidad indispensables para que la humanidad adopte un destino común de prosperidad en paz.
La política de la presidente Cristina Fernández va absolutamente en contra de esa idea, porque carece de una idea de Nación y porque ve la política internacional con el cristal de su pobre coyuntura. Eso la lleva a una improvisación permanente que, a la larga, la termina haciendo jugar un papel secundario en un juego ajeno.
La Presidente debería optar hoy por el futuro que quiere para la Patria y para sí misma: el bronce o la rapiña.
¿Qué dirigencia del mundo no daría lo que fuera por tener un referente como Perón en su historia y un papa como Francisco en sus filas?
(*) Concejal de La Juan Domingo