por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.comLa derrota de Lanús ante Godoy Cruz por 1 a 0 fue el previsible broche a las dos insólitas caídas que la precedieron, el saldo de haber perdido la chaveta de manera asombrosa cuando todavía estaba en carrera por el Torneo Inicial. Se me dio por pensar que si bien para el hincha de corazón es fácil perdonar un desborde como los de Goltz y Marchesín, es lógico, el corazón es menos frío que el bolsillo, que es desde donde los deben mirar sus compañeros, algunos de ellos como mínimo sin agrado. Un plantel al que se le agregaron cinco figuras, al que además se le fueron cuatro del mismo nivel, es sin dudas un plantel en formación, por lo tanto más aún debe haber molestado al resto de los componentes de este emprendimiento colectivo haber resignado chances por desbordes individuales tan infantiles como carentes de lógica y profesionalismo.
Se me dio por pensar, además, cuan difícil debe ser para un entrenador casi debutante como Guillermo darse cuenta de que ha cometido un error grave, que su comportamiento se fue relajando, y a medida que los resultados no llegaban, su carácter infantil fue apareciendo, tanto en el banco como ante los micrófonos y su imagen perdiendo seriedad en simultáneo, lo que pasó es un llamado de atención para su propia carrera, que marchaba sobre rieles.
Esto pensé mientras esperaba el final del partido sabiendo que el resultado estaba sellado, viendo que aquel Lanús que mordía en todo el campo de juego, que tenía actitud de equipo grande y se llevaba por delante a sus rivales, sin jugar bien, pero por pura potencia, es el mismo que hoy se entregaba a la derrota con la mirada perdida, conscientes de que las cosas salen cada vez peor y de que empiezan a defraudar expectativas propias y ajenas, también las de sus esperanzados seguidores. Me pregunto si los jugadores siguen confiando en esta manera de jugar, pienso que tal vez no acompañen sus movimientos con el ímpetu y la
entereza del que cree ciegamente en lo que está haciendo. Me pregunto si Guillermo, quien a juzgar por los muchos intentos, siempre supo que su problema es la banda izquierda, después de tanto probar decida que no lo puede resolver y espere el final de su contrato dando vueltas sobre lo mismo, o si siguen las derrotas, acorta su extensión y busca otro destino. Por momentos parece que se resiste a aceptar que no puede resolverlo desde lo individual, que no comprende que tal vez sea lo mejor cambiar el esquema de juego, resignando un hombre de ataque por un volante doble función
Las imágenes siempre fueron elocuentes, aún en las victorias, nos cansamos de señalarlo en este espacio. Lanús no tiene equilibrio en retroceso, sumado a que la falta de Lautaro Acosta le quita explosión en los últimos metros y la de Silva presencia y claridad, la zona media es un campo imposible de ocupar, donde el adversario siempre se las rebusca para sacar ventajas, en tanto la defensa, que hace agua por afuera desde que comenzó a jugar con este esquema, acentúa su desesperado retroceso hasta el área chica, y se expone a rebotes y situaciones fortuitas que le permite convertirle goles a rivales inferiores, que no deberían ni soñar con el arco de Marchesín, a quien es justo reconocerlo, se le deben muchos de los puntos que su equipo sumó.
Tres derrotas al hilo, dos de ellas de local, después de más de un año de invicto en su reducto, serían suficientes para considerar la visita a Santa Fe y el siguiente choque ante San Lorenzo en La Fortaleza, como un plazo lógico para decidir cambiar el rumbo. Pero Lanús aún está jugando la Copa Sudamericana, y no parece ser River un equipo de temer, sobre todo, si Guillermo logra recuperar a los que están marginados por lesiones, y con todo el plantel a su disposición, hacer foco en esa competencia con renovado optimismo por parte de todos los actores.
Lógicamente, todo es opinable, sobre todo cuando no se forma parte del proceso desde adentro y se opina como simple observador, más allá de resultados, merecimientos e imponderables. El largo del equipo, la inferioridad numérica en el medio, la distancia entre líneas, la inseguridad en el fondo, las ventajas por las bandas, son defectos de este equipo que no se pueden negar. Cada quien sabrá cómo se debería corregir el rumbo, Guillermo, según se observa, lo intentó cambiando fichas pero no distribución, no logrando establecer sociedad prósperas, más allá de la que forman Silva, como pivote, y Acosta quebrando la última línea en velocidad, la dupla que de entrada funcionó y dio frutos en la red de enfrente.
Con la imagen desvalida dejada en esta noche de lunes surgieron algunas dudas que hasta hoy no se había evidenciado, y tiene que ver con la disposición física de los jugadores, por la doble competencia pero más por el desequilibrio colectivo que obliga a muchos a no correr –siempre son tres y a veces cuatro los que vuelvan al trote- mientras otros dejan los bofes en la cancha. Se me dio por pensar que fue a esta altura de la competencia, a partir de la 8ª fecha, que en el pasado Torneo Final Lanús dejó de ser aquel equipo arrollador que ocupaba campo contrario y perforaba con toques y velocidad a las defensas rivales, por entonces además único puntero del campeonato. Fue a esta altura que aquel equipo se desmoronó y quedó prematuramente afuera de la lucha, experimentando un cambio de imagen notorio y evidente. Esperamos que esta mala racha no sea en realidad la misma secuencia, la de un equipo que arranca para soñar, y se despierta sin aire y sin piernas, una pesadilla que lo arrebata del sueño antes de que la competencia ingrese en su segunda mitad.