lunes, 16 de septiembre de 2013

El porqué, el cómo y el cuándo

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Lanús jugó el mejor partido del semestre y obtuvo la victoria más aplastante. Era previsible, a medida se van acomodando los melones en el carro, se observa que el Grana es más que el Bicho, por donde se lo mire. Pero esto es el fútbol argentino, y bien podría pasar que no resultara así, partidos son partidos y todos tienen su desarrollo y sus circunstancias. Era claro de antemano que Lanús estaba en formación, que aún no había encontrado un rendimiento acorde a lo posible, aunque su poderío le alcanzara para estar en los puestos de arriba. No tanto por el cómo ni el porqué, lo mejor de la victoria por 4 a 0 ante el equipo de Caruso, con una gran actuación general, es el cuándo fue que ocurrió.
El porqué es una evidencia tranquilizadora: Es por el poderío ofensivo, por Marchesín, por la defensa, pese a algunas cuestiones por superar, por la categoría del plantel y la solvencia institucional, sin problemas de dinero ni conventillos, en estos tiempos Lanús está por encima de todos sus adversarios. El cómo resulta interesante de analizar, ya que más allá de la intención de ganar desde el primer minuto, de la concentración y la disposición táctica de todos, y de la sana intención de meterse en campo rival, el Grana  contó con el aporte de tres figuras determinantes, tres jugadores en los que había invertido grandes esfuerzos, que habían padecido el paso por su anterior equipo, el Boca de Riquelme Todopoderoso. La suerte de Somoza, Silva y Acosta en la ribera no fue la mejor, ya que las virtudes de cada uno de estos jugadores fueron despreciadas vaya uno a saber porqué por el entrenador, el Apóstol Bianchi,
el que no pega una pero igual es adorado por los fieles xeneizes casi tanto como a su Señor.
La llegada al sur de Silva se produjo a último momento y su rendimiento, desde el vamos, fue más que aceptable: En los dos primeros partidos convirtió tres goles y mostró el nivel esperado, en los subsiguientes exhibió aptitudes de jugador de equipo y de compañero generoso. Ayer volvió a convertir y también fue armador de jugadas de peligro para que sus compañeros conviertan. El Laucha Acosta también volvió a su segundo hogar con el pie derecho. Cuando el barullo de su juego era mayor que su potencial, Lautaro Acosta metía entrega y convertía. Ahora ha ganado confianza en si mismo y logra mucho de lo que intenta. Además volvió a convertir. Se empieza a notar buen entendimiento entre los de arriba, incluso también con el crecimiento progresivo de Melano, otro de los que llegaron para sumar y cuyo aporte va superándose partido tras partido, otro que también volvió a marcar.
Pero la presencia que más repercutió en esta levantada del equipo es la de Leandro Somoza, otro de los refuerzos top, que por problemas físicos no estuvo en la parte inicial del torneo. Con su llegada Lanús dejó de ser vertical, con su panorama ayudó al equipo a ser más ancho, y cuando se es ancho, cuestión cuasi geométrica, se es corto. La verticalidad -así era Lanús antes de Somoza- produce ida y vuelta, y el ida y vuelta separa las líneas y deviene en equipo largo. Somoza -que además también convirtió su 11º gol en tantos años de carrera- a fuerza de cabeza levantada y criterio táctico empezó a jugar para los costados. Se me suele gastar bromas por lo tanto que reitero esta idea. No pienso perder la oportunidad de volver a señalarlo cuando dispongo de tantos argumentos al respecto. Araujo y Maxi Velázquez se incorporaron mejor a la ofensiva del equipo con la llegada de Somoza, gracias a su criterio para entregar pelota segura, al lugar donde el rival no puede ejercer presión, y por lo tanto retrocede. Ese retroceso obliga a hacer lo mismo a sus compañeros y le permite a Lanús adelantar sus líneas y parar la defensa en la divisoria de campos. Esa secuencia genera el equipo corto: Quien lo consigue corre menos, y por eso mismo, por lo general suele vencer. Abortos siempre hay, pero cada tanto...
El cuándo nos permite pensar que es en el mejor momento. El equipo ya había conocido la derrota en Rafaela, después pasó de fase eliminando a Racing de la Sudamericana, aunque no pudo superarlo hace siete días por el Torneo local, en el que tampoco había podido vencer a Estudiantes en casa ni a Vélez en Liniers. El último sábado en Avellaneda, logrando un empate histórico por las circunstancias, exhibió por primera vez en años el temple de equipo grande que supo tener en tiempos de Cabrero, cuando ganó lo que tenía que ganar para ser campeón, cosa que no volvió a suceder desde entonces.
Es lógico pensar que el sábado pasado en Avellaneda, superando todos los contratiempos y el vergonzoso arbitraje de Carlos Maglio, en el plantel granate haya surgido el espíritu de equipo con ambiciones grandes, capacitado para sortear los peores obstáculos, ese paso sólido y ganador que ante Argentinos terminó de consolidarse en el juego con el aporte de varias figuras determinantes como los señalados, que han vencido las propias dudas que deberían tener a causa de su frustrante paso por Boca, ya que rápidamente parecen haber encontrado el ámbito ideal para recuperarse y encauzar el tramo final de sus respectivas carreras. El choque de esta noche en La Fortaleza ante el respetable equipo de la Universidad de Chile es un escenario propicio para confirmar la notable mejoría y exhibir ante el gran público del fútbol internacional las aptitudes de este Lanús de Guillermo, y de esa manera consolidar el nivel logrado ante el Bicho, ese que supo tener hasta la 7ª fecha del torneo pasado, cuando empató en 2 con Quilmes en Arias y Guidi, el inicio de una pérdida de rumbo que todavía duele y cuesta comprender.