martes, 20 de agosto de 2013

La semana en pocas palabras

Informe Económico Semanal del Banco Ciudad

   La inflación volvió a acelerarse en julio. Según el IPC Congreso, la suba de los precios al consumidor fue del 2,6% mensual, resultando la más alta del año junto con la de enero (2,6%). En términos anuales, la variación trepó al 24,9%, retornando al promedio del año 2012, tras desacelerarse transitoriamente durante el segundo trimestre.
Otros índices provinciales también vienen haciéndose eco de una aceleración inflacionaria. El IPC San Luis, referente del interior del país, registró en junio un alza del 2,3% mensual (24,6% anual), superando su registro del mismo mes de 2012. En tanto, el IPC de la Ciudad de Buenos Aires se conocerá la semana próxima, el cual viene comportándose muy en línea con el IPC Congreso, más que duplicando las estimaciones oficiales (del 0,9% mensual y 10,9% interanual, según divulgó el INDEC esta semana).
En julio, distintos rubros aportaron positivamente, destacándose la aceleración de los alimentos y bebidas, que desde el final del congelamiento de precios y, posteriormente, con la fuerte suba de la harina y sus derivados, verduras y frutas, incrementaron su incidencia, llegando este mes a explicar casi la mitad de la suba de los precios minoristas. Con un carácter estacional, se registraron también fuertes alzas en esparcimiento, asociadas al receso invernal (compensadas parcialmente por una baja en indumentaria, por las primeras liquidaciones de temporada), a las que sumaron subas en vivienda y servicios básicos, educación, transporte y gastos de salud.
La inflación de alimentos golpea a los que menos tienen, especialmente a los beneficiarios de planes sociales. En este sentido, el reciente ajuste de la AUH, que desde junio (como parte del paquete de medidas pre-electorales) pasó de $340 a $480 mensuales, apenas alcanza a compensar la inflación de alimentos acumulada desde su lanzamiento. De hecho, previo al reciente aumento, el poder de compra de la prestación (medido en términos de la canasta básica alimentaria) resultaba 20% inferior a los 180 pesos originales del año 2009. En este sentido, las correcciones realizadas anualmente al monto de la AUH vienen siendo, en
realidad, actualizaciones transitorias que se licuan con el correr de los meses.
La aceleración capturada por los índices privados de precios sienta un preocupante precedente para el segundo semestre. En los últimos dos meses los precios minoristas avanzaron a una tasa promedio mensual del 2,2%, equivalente a un ritmo anualizado del 31%. Esto señala que, tras el previsible final del congelamiento de precios, los precios minoristas no sólo recuperaron el impulso previo, sino que se aceleraron. En consonancia con esta dinámica, las expectativas de inflación de las familias se mantienen en 30% para los próximos 12 meses.
Por otro lado, actualmente se observan algunos factores que presionan sobre los precios internos, ausentes en el primer semestre. Más allá de su retórica, el gobierno viene acelerando sostenidamente el ritmo de devaluación. En lo que va de agosto, el tipo de cambio oficial contra el dólar pasó de cerca de $5,5 a casi $5,6, con una variación en tan sólo medio mes del 1,5%, que anualizada equivale a un 40% (exacerbando estos movimientos, el tipo de cambio informal acumula un alza cercana al 4% en la primera mitad de agosto).
Lejos de tratarse de un dato aislado, este agresivo deslizamiento cambiario profundiza una tendencia previa, que ya presiona sobre los precios. Si bien su impacto directo es amortiguado con trabas al ingreso de productos importados, la protección comercial también permite a los productores locales trasladar las subas de costos a precios, imponiendo un piso elevado a la dinámica inflacionaria de los productos transables. En los próximos meses, a la devaluación habrá que agregar los efectos que tendrá, con algún rezago, la inyección de pesos para asistir financieramente al Tesoro, tras un primer semestre de una emisión monetaria relativamente controlada.
Para atacar la inflación hace falta un cambio de políticas, con metas claras y creíbles. Si bien ningún esquema está exento de costos, en 10 de los 18 países latinoamericanos que vienen aplicando metas de inflación, los precios se mantienen bajo control y, lejos de imponer un cepo a los salarios, exhiben alzas de las remuneraciones en términos reales. Sólo para mencionar unos ejemplos, Perú, Brasil y Chile, todos con inflación de un digito, lograron incrementar sus salarios reales en 0,2%, 1,1% y 3,3%, respectivamente, durante 2012. En Argentina, si bien las remuneraciones crecieron nominalmente un 24,5%, dada una inflación del 25,6%, cayeron casi 1% en términos reales, resultando probable que este año los salarios vuelvan a perder la carrera contra los precios.