por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.comVélez y Lanús disputaban algo más que tres puntos. Ambos candidatos a pelear el título, los dos en la Copa Sudamericana, debían y querían ganar, pero por sobre todo sabían que no podían perder. Vélez, porque la tiene complicada con Belgrano, y aunque no se reforzó como el resto de los candidatos y su apuesta mayor, Mauro Zárate, se desgarró al primer movimiento brusco, su piso natural es entre los cinco primeros, y conoce de logros recientes que le permitirían no repetir sin mucho drama. Lanús también sabe que tiene que pelear porque su lugar lógico es entre los de arriba, así lo indica la tabla acumulada para el descenso, pero el granate tiene una exigencia mayor: Ya son muchas temporadas de estar ahí del título, y son demasiadas las frustraciones, las derrotas dolorosas e irreversibles en el partido que no se podía perder. Por eso Lanús se armó para ser campeón, el objetivo surge naturalmente de la inversión realizada, la eficacia para conseguir con tiempo los refuerzos, y el broche final de la llegada de Santiago Silva, un goleador como los que no hay muchos en el fútbol argentino. Ninguno de los dos equipos debía perder y ninguno perdió, pero el empate tampoco le sirvió a nadie.
Si algún choque de este fin de semana prometía, era este Vélez-Lanús, en tanto las estrellas de River, Racing, Boca y San Lorenzo pierden brillo y suman interrogantes, el ganador del partido se prendía arriba. Pero el trámite resultó tortuoso de principio a fin, los pases al
contrario dominaron la escena. En ese marco deslucido e impreciso, Lanús fue levemente si no mejor, al menos más ambicioso. Los primeros quince minutos de la etapa inicial fueron una gran confusión, en el segundo cuarto Lanús fue algo más, y en los últimos quince Vélez equilibró y ambos tuvieron un par de borbollones a favor que bien pudieron haber terminado en gol. Pero el espectáculo que brindaron desde el inicio hasta el descanso fue decepcionante.
Lanús arrancó mejor el segundo tiempo y tuvo la iniciativa hasta los 25 minutos, en ese lapso, con el único argumento de poner la pelota en el área rival para ver que pasa, contó con tres o cuatro peloteos de los más peligrosos, esos que se producen en las narices del arquero rival. En la segunda mitad del complemento, complicado por algún cambio que empeoró las cosas, un poco desalentado por lo mal que estaba jugando, Lanús empezó a perder dominio y a mostrar distracciones y confusiones en el fondo, huecos en el medio y desconexión absoluta con los de arriba, es un equipo diferente al que fue hace algunos meses, que ahora tiene a Silva donde no tenía a nadie, que tiene al Laucha en lugar de Regueiro, que mantuvo el armado defensivo, incluyendo al Pulpito y al paraguayo, y que trajo a Somoza y principalmente a Ortiz para reemplazar a Pizarro. Pero vaya a saber si porque lo individual complica lo colectivo o viceversa, el Mellizo tiene una idea táctica, 4-3-3, pero no logra escalonarse como ese dibujo exige, y ser un bloque que ataca y defiende por igual, con los diez de campo abocados a la doble tarea con solidaridad, tratando de mantener los espacios cortos. El semestre pasado, en algunos partidos lo logró, en otros no. En este no lo logró nunca, y debe estar preocupado.
Salvo por momentos ante Belgrano, Lanús no pudo volver a hacer control de balón. Nunca fue el equipo que entraba al área con toques cortos y pases gol de la primera mitad del Final, esta versión apenas genera peligro por la vía del juego aéreo, y padece por demás en defensa por la misma vía. Guillermo parece saberlo, e intenta desesperadamente resolverlo con cambios inesperados. Afuera el Laucha y el Pulpito, dos de los mejores ante el Pincha, para darle la chance a Junior Benítez y al Pochi Chávez, Pablo Coelho por Saramago, Arjona por Spinetta, los Globetrotters por la NBA. Intentos desesperados, sólo y vaya uno a saber porque, posibles en la cabeza de Guillermo, cambios que no prosperaron, Benítez y Chávez no están con la cabeza en la cancha, están en el firulete y la pérdida innecesaria y peligrosa del balón, con tendencia a bartolear, no levantan la cabeza. Lanús es equipo sin conexión horizontal, los pases son siempre para adelante y a dividir. Y dividir la pelota casi siempre es perderla.
Ambos equipos defraudaron y se defraudaron, ambos planteles y cuerpos técnicos deben estar preocupados. No encuentran rumbo futbolístico, ganan poco, y la próxima fecha será la 5ª, y un cuarto de Torneo Inicial se habrá disputado sin que ninguno de los candidatos, excepto Newell’s, validara sus diplomas con buenas actuaciones, en tanto Argentinos, Gimnasia y Arsenal sorprenden y se acomodan en los puestos de arriba.
Para Vélez y Lanús el empate fue como una prórroga hasta ver que pasa entre semana por la Copa. Pasar de ronda sería un incentivo para ambos, pero la superar la pobreza futbolística no depende de ese resultado sino del trabajo. Corregir los defectos, encontrar el equipo, es el desafío de ambos entrenadores. Guillermo Barros Schelloto hace bien en seguir intentando con tres delanteros. Tiene atacantes como para hacerlo. La pregunta es si encontrará el mediocampo adecuado para sostener esa idea, y si conseguirá recuperar la tenencia de la pelota, uno de los principales atributos que supo tener, y que perdió con la partida de Pizarro.