martes, 4 de junio de 2013

La desilusión permanante

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com 

Es difícil hablar de este presente de Lanús, cada vez más lejos de lograr el título aunque aún en carrera, sin tomar como referencia a aquel Lanús del inicio del Torneo Final, ese que ganó cinco y empató el restante de los primeros seis partidos, con once goles a favor y solo uno en contra, exhibiendo un juego de toque, velocidad, concentración y despliegue, siempre parado en campo contrario, recuperando la pelota en la salida del rival, y generando cinco o seis situaciones claras para convertir por período. Aquel Lanús que tanto añoramos y que tanto esperamos en vano que vuelva a ser el que tan gratamente nos sorprendió ya nos queda lejos en el tiempo, se fue desdibujando cada fecha un poco más y semejante retroceso futbolístico que se refleja claramente en los resultados -de la 7ª fecha hasta hoy jugó diez partidos, con siete empates, cuatro de ellos 0 a 0, dos triunfos y un revés, marcó ocho goles y recibió igual cantidad- un indiscutible bajón que no tiene explicación por parte del entrenador, que al menos no lo quiere admitir públicamente, y despierta varias hipótesis diferentes tanto en espectadores parciales como en observadores neutrales.  
Es difícil hablar de aquel victorioso  pasado cercano de las seis primeras fechas del presente torneo, con grandes actuaciones de Lanús, algunas realmente impactantes como la victoria ante Colón en la fecha inicial o la gran perfomance del equipo en el triunfo ante Arsenal, sin evaluar que por diferentes motivos coyunturales, la mayoría de los elencos que tuvo enfrente estaban abocados a la doble competencia, algunos llegaban con el plantel a medio armar, y otros retrasados en lo físico por causa de la reciente pretemporada. Lanús llegaba afilado, el
profesor Valdecantos vivía su hora de gloria, y Guillermo desechaba rumores de su escape furtivo hacia la Boca. La prensa especializada a punto estaba de decir que el torneo ya tenía dueño y vestía una hermosa casaca granate. Solo había que ganarle a Quilmes en La Fortaleza por la fecha 7. No pudo ser, un mal arranque 0 – 2, solo una ráfaga de esplendor para ponerse iguales en 2 y nuevamente el ostracismo futbolero para no poder convertir el tercer gol en los últimos quince, el juego se desdibujó, lo mismo pasó en la Boca por la 8ª fecha y también siete días después en Arias y Guidi ante All Boys, cuando alcanzó una inmerecida victoria con aquel gol agónico de Silvio Romero en tiempo de descuento.
Es difícil hablar de esta nueva frustración de ayer ante Belgrano sin recordar el sufrimiento que nos viene acompañando desde entonces, la amnesia de gol, el estiramiento del equipo, la sorpresa por bajones individuales de enorme magnitud, se hace difícil narrar la manera en que se precipitaron los rendimientos de Paolo Goltz, Vizcarrondo -o su hermano gemelo, ese que habría vuelto de Venezuela luego de su participación internacional con la vinotinto, tan cambiado-, el paraguayo Ayala, otro que parece otro,  Regueiro y su lento deterioro hasta la lesión de ayer que seguramente lo sacó de competencia por lo que resta del torneo. Sólo se salvaron del incendio Marchesín, seguramente el mejor arquero argentino del momento, el enorme corazón del Cali Izquierdoz y el Pulpito González, con sus limitaciones ambos fueron figuras, las intermitencias de Velázquez, la falta de interlocutor de Pizarro, la soledad de Romerito en el ataque. 
No se puede decir que Guillermo no intentó cambiar la historia. Probó con Junior Benítez, con Barrientos, con el Tucu Díaz, con el Pochi Chávez, con Pasquíni, con Valdez Chamorro, con Pereyra Díaz. No hubo caso. Lanús ya nunca volvió a ser aquel, los empates en cero fueron el resultado lógico, la abultada derrota que se veía venir al final llegó en San Juan, el choque ante Belgrano, un equipo ochentoso que juega como jugaban los equipos chicos cuando aún había equipos grandes en la Argentina, y que lo hace muy bien, abroquelado en el fondo con orden y contragolpeando con velocidad, y un nuevo 0 a 0 calificando el presente oscuro, inofensivo e insolvente de aquel que pintaba para campeón, y sin embargo se fue cayendo sin pena ni gloria. Es difícil hablar de este final de torneo pálido y sin brillo, definitivamente perdido el rumbo futbolístico y sin variantes para corregir un destino de frustración, sin  tratar de encontrar la explicación acerca de que fue lo que ocurrió. Los protagonistas, incluido Guillermo Barros Schelloto no la tienen, o si la tienen no la quieren hacer pública. Pero no se puede negar un bajón de semejante elocuencia en conferencia de prensa con la cara de poker que suele poner Guillermo ante las preguntas de los periodistas.
Hipótesis sobran: Que en realidad no había tanto equipo como se pensaba, que no había el recambio necesario, que aquel inicio fue un espejismo con el que colaboró un fixture conveniente, que no hay buena comunicación entre el entrenador y algunos jugadores, que Guillermo no estaría conforme con el plantel que tiene, que necesitaría seis refuerzos de nivel, que Valdecantos repite una secuencia de toda su carrera y este equipo se cae en lo físico promediando el semestre como le pasó a casi todos los equipos que preparó en su extensa carrera profesional. Lo cierto es que a pesar de todo Lanús está cerrando una buena campaña, que el entrenador una vez concluido el torneo tal vez quiera explicar lo que a su entender sucedió, que la conducción del club deberá reforzarse con jugadores del medio local y no apelar a los nombres de aquellos que hace mucho que no juegan, como Ismael Blanco o el Pochi Chávez, y que todos los que seguimos a Lanús tendremos que recuperarnos de una nueva desilusión, otra más, la consagración merecida por la grandeza institucional lograda en los últimos tiempos que año tras año se vuelve más y más esquiva.