por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.comPor fín, al cabo de un bajón futbolístico de las últimas cinco fechas en las que tuvo una pobre cosecha de 7 sobre 15 puntos posibles, con cuatro empates y una victoria en el medio, Lanús venció a Argentinos en su anormal reducto de La Paternal por 2 a 1 retomando la punta, distanciándose a cuatro unidades de River y esperando por el choque de Newell’s en Sarandí que cierra la fecha 12, un encuentro que se presenta difícil para el equipo rosarino, siempre y cuando Arsenal aproveche el enfrentamiento para olvidar la eliminación por la Libertadores y las últimas dos derrotas por el Torneo Final, con San Lorenzo de local y con Colón en Santa fe, y obtener una victoria para volver a treparse a la plataforma de arriba. Así es el fútbol argentino en la era de los torneos cortos: Apretado, luchado, parejo en potenciales, desparejo en rendimientos, equipos irregulares que no sostienen su marcha, torneos en los que más de la mitad de los participantes miran de reojo a tabla de abajo, la del descenso tan temido. ¿No dejaron acaso de escucharse las palabras Banfield, Huracán, Ferro? Bueno, el temor a eso.
Lanús, como es costumbre, se anota en la pelea de los torneos locales, y aunque aún tiene pendiente la materia Torneos Internacionales, nadie puede dudar que ya no se trata de algo coyuntural, sino que está más que claro, teniendo en cuenta lo institucional, lo económico y lo deportivo, es uno de los nuevos grandes del fútbol argentino. Hasta ahora le costó repetir la gesta de 2007, pero esta vez no se le puede escapar, porque lo tiene servido en bandeja, y porque no es lo mismo correr y no alcanzar al puntero que ir en punta y ser desplazado en los metros finales. No ganar este Torneo Final significaría un disgusto que Lanús no merece, porque como hace mucho que no ocurre arrancó en punta y dando clase de fútbol, y en varios pasajes de esos seis primeros partidos mostró atributos que hace mucho no se veía en las canchas argentinas. Precisión, velocidad, seguridad en el fondo, profundidad y potencia ofensiva eran las virtudes más salientes, jugando con la premisa de buscar el quiebre de última línea rival llegando con mucha gente, con la pelota pegada al piso, esperando el
momento propicio para habilitar a quien aparezca en mejor posición para definir con un toque. Control de pelota, toque y devolución a puerta de área, pase en cortada al punto penal y toque al gol. Así jugaba Lanús hasta que dejó de hacerlo allá por la 7º fecha, bien made in Lanús.
Ese circuito volvió a funcionar el último sábado en la jugada del segundo gol, el toque maestro de Velázquez y la sabia definición de Romero con el puntín, una jugada de diez pases que Pizarro condujo, tal vez por única vez en la noche Lanús volvió a ser el de los primeros partidos y convirtió un hermoso tanto, un gol como la mayoría de los que marcó en el torneo. Paradojicamente, el primer gol lo había logrado por el camino alternativo, una ruta que usó poco y no le resultó, el desborde y el centro atrás, apenas de los 18 goles que hizo Lanús fueron por esa vía. La contundencia ofensiva le permitió mantener el invicto cuando a partir de la 7ª fecha empezó a decaer en el juego y le costó volver a ganar, fue gracias a la ropa de gran equipo, el esfuerzo de todos los jugadores ante la adversidad y ese poder de fuego que se mantuvo intacto aunque de manera menguante, que Lanús no perdió. Al volver de La Paternal con los tres puntos dio un gran salto hacia adelante, ya que una derrota lo alejaba demasiado de la punta, y un empate lo dejaba en el limbo de la indefinición. Había que ganar y trasladar la responsabilidad a los que jugaban después. Lanús ganó, River dejó demasiado en la Bombonera, Newell‘s jugará hoy con la presión de tener que ganar para recuperar la punta en soledad. El tramo final requerirá de mucha personalidad para ganar en todas las canchas, Lanús la tuvo en el comienzo, y desde Quilmes en adelante pareció perderla. La victoria en La Paternal debe ser un aliciente para empezar a recuperar ese juego de dominio pleno de principio a fin. No fue un espejismo, Lanús jugó así y es muy probable que recupere el andar que supo tener. Habrá que ver que pasa con Newell’s en la Libertadores, habrá que ver como se recompone River después de la Boca. Todo está por verse en la parte final del Final.
Con la victoria ante Argentinos, un plantel visiblemente afectado por el Síndrome de Banfield -mal que ataca a algunos equipos y que los lleva a empeñarse en irse a la “B” cuando tiene promedio de sobra para mantenerse en Primera- Lanús recuperó la esperanza pero no la tranquilidad. Eso ocurrirá si cierra el próximo domingo venciendo a Independiente en La Fortaleza, sobre todo si además vuelve a jugar como lo supo hacer, o al menos vuelve a ser ese equipo corto que recuperaba el balón en campo contrario facilitando la tarea de los del fondo, soltando volantes en ofensiva y llegando al arco rival con varias alternativas de pase, una forma de ataque que las defensas argentinas no pueden neutralizar porque están preparadas para resistir el juego aéreo, el juego que juegan casi todos y a casi nadie le gusta. Con escaso vuelo individual pero con más presencia y mayor categoría que el joven Argentinos, Lanús ganó merecidamente. El buen trabajo de Velázquez, el oficio de Regueiro para dormir el juego en el final -una vez más con la hombría en la garganta- y un buen primer tiempo de Leandro Díaz, jugando por adentro y también por afuera, alternando con Silvio Romero, de gran presente, metiendo las que define bien y también las que pifia, como en el primer gol, cuando tuvo la fortuna de contar con la involuntaria ayuda del defensor local para asegurar un balón de destino incierto y mandarlo a la red, esos fueron los argumentos de la victoria ante el Bicho. Ahora es tiempo de que vuelvan a ser eficientes Goltz y Vizcarrondo en el fondo, que Pizarro, González y Ayala recuperen el nivel y que el Pochi Chávez empiece a justificar su llegada, si vuelve a ser aquel que supo ser en el inicio del torneo, en los tramos finales será inalcanzable.