por Omar Dalponte*
nuevospropositos@hotmail.com(Séptima nota)
La vida nos enseña que, en definitiva, el pueblo y sus mejores representantes superan a las mafias y al caudillaje. Cuatro hechos han tenido fundamental importancia para terminar en gran medida con el reinado conservador, el fraude y sus consecuencias: a) la intervención de la provincia de Buenos Aires dispuesta por el presidente Roberto M.Ortiz en 1940 impidiendo que asumiera Alberto Barceló como gobernador y continuara con las políticas del fascista Manuel Fresco. b) el golpe militar patriótico ocurrido el 4 de junio de 1943. c) el huracán político y social que significó el 17 de octubre de 1945. d) el triunfo rotundo del peronismo el 24 de febrero de 1946. Con posterioridad a estos episodios fundacionales llegó un momento de gran participación popular, de crecimiento de las organizaciones sindicales y de elevación de la clase trabajadora argentina. También el trabajo y el progreso, que sepultaron en el pasado muchos negocios prostibularios, los reñideros de gallos, las canchas de taba, los comités donde se manejaba la política sucia, se bancaba la quiniela clandestina y abundaban las partidas de “pase inglés”, “monte criollo” y “monte con puerta”.
En 1943, a consecuencia del golpe militar patriótico del 4 de junio, asume como presidente de la Nación el general Pedro Pablo Ramirez quien permaneció en el cargo sólo por unos meses. Luego quedó en su lugar el general Edelmiro Julián Farrel, nacido en Lanús y descendiente de inmigrantes alemanes. Como vicepresidente fue designado el coronel Juan Domingo Perón que, a la vez, era secretario de Trabajo y Previsión y Ministro de Guerra. Por su parte, Juan Ramón Piñeiro, destacado vecino de Lanús se desempeñaba en aquellos días como funcionario muy cercano a Perón. Con estos protagonistas y en el marco de aquella situación
política, en Lanús comenzó una nueva etapa en cuyo primer segmento se concretó la muy ansiada autonomía de nuestra localidad. Con ella logramos ser independientes de Avellaneda y administrar nuestro Partido que nació con el nombre de “4 de Junio” un 29 de septiembre de 1944. Pero la historia de la región, como dijimos al principio de este trabajo, se remonta a los tiempos de la invasión española a nuestro territorio, y conviene entonces hacer una recorrida por los antiguos parajes, las características aproximadas de su gente y la ferocidad de los conquistadores españoles.
Según el erudito historiador Guillermo Furlong, un sacerdote jesuita santafecino, la primera fundación de Buenos Aires por Pedro de Mendoza en el año 1536 se hizo aproximadamente a una milla de distancia del Paso de Burgos, donde actualmente se halla el Puente Alsina que, sobre el Riachuelo, une Lanús con la Capital Federal. De conformidad a esta conclusión de Furlong - a la cual arribó mediante estudios cuya seriedad no se cuestiona- y por investigaciones de muchos buceadores de temas históricos, no es desacertado afirmar que con la llegada de los españoles anclaron en estos lugares no pocas desdichas. La conquista trajo el saqueo, la tortura, los secuestros, los asesinatos en masa y la explotación sin límites contra comunidades originarias a quienes se sometió para esclavizarlas y maltratarlas sin piedad alguna. Pedro de Mendoza, a quien se le decía el primer adelantado fue -probablemente, según ciertos estudiosos- el primer sifilítico que pisó estas tierras al mando de una tripulación portadora de enfermedades venéreas y de otros tipos que por aquí no existían. Tengamos en cuenta que en tiempos de la conquista, desde Europa vino una buena porción de lo peor del elemento humano. Para tal aventura no se reclutó a finos muchachos de la nobleza sino - en su mayoría- a ladrones y asesinos para quienes la travesía constituyó un medio para alcanzar la libertad, posibles fortunas y un regreso con gloria. En ese ambiente nos cuesta imaginar como habrá sido la vida de los sacerdotes que venían acompañando para someter a los nativos a sangre y fuego. Aquello de venir a evangelizar con la cruz y con la espada nos resulta, a lo lejos, bastante parecido a las bendiciones que después de los vuelos de la muerte algunos hombres de sotana proporcionaban a los genocidas en acción hace poco más de tres décadas. 477 años más tarde, la República Argentina, en 2013, con sus penas y alegrías vive en democracia y en paz. Aquí, por un hecho sin precedentes en nuestra historia, un hombre llamado Jorge Mario Bergoglio hasta marzo de este año, deja su misión cardenalícia en Buenos Aires para ser Papa y llamarse Francisco, predicar la paz y ocuparse, según sus palabras, de los pobres del mundo.
De acuerdo a determinadas opiniones muy autorizadas “la viruela, el sarampión la malaria, el tifus y la varicela eran enfermedades totalmente desconocidas en América. También leímos que “al carecer de inmunidad contra dichas enfermedades, un gran número de indígenas falleció al entrar en contacto con ellas” (3). En honor a la verdad - respecto a lo dicho en estas últimas líneas- nos sentimos en la obligación de dejar constancia que sobre la penetración de enfermedades desde el Viejo Mundo al Nuevo Mundo y viceversa, la discusión entre científicos aun no está cerrada. Como vemos, y no son pocas las voces que se expresan de esta manera, la forma de relatarnos los episodios relativos a la conquista de América no tiene mucho que ver con los hechos reales.
(Continuará)
(*) Director del Museo Piñeiro