Cuando Onorato vio la nota que sobre su despido publicó La Defensa, y que se la vinculaba con su hermano jefe brarrabrava, se lo fue a esperar al intendente a la puerta de su domicilio en Piñeiro al 200. Al cabo de paciente espera, bajó Darío Diaz Perez de su ostentosa Zafira, y ahí se le echó encima la Onorato, quien le enrostró al jefe comunal lo que de ella había publicado La Defensa, y como el intendente, fiel a su estilo, la esquivó sin abrir la boca, la ex subdirectora lo puteó de arriba a abajo y hasta amenzó con pegarle.
Corolario: Ahora Belén Onorato ocupa la asesoría que dejó vacante su reemplazo, y todos felices, hasta Gildo Onorato, el hermano barrabrava que le aconsejó a Belén, “bajar los decibeles” de su bronca.