por Marcelo Calvente
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Lanús le ganó con justicia al hasta hoy invicto Godoy Cruz en el mundialista de Mendoza por uno a cero con gol de Izquierdoz de cabeza a los 26 de la primera parte, y de esta manera obtuvo la quinta victoria sobre seis disputados, mantuvo la punta en exclusividad y estiró la ventaja a tres de su inmediato perseguidor, en este caso Newell’s, que venció a River y lo desplazó de ese sitial. Y justamente la noticia relevante del fin de semana futbolístico fue la derrota del equipo millonario, el gol de Luna con la mano cobrado por el juez y anulado vaya uno a saber por indicación de quién, la no expulsión de Barovero. Lo mal que siguen jugando Boca, Racing, Vélez, Estudiantes, la importancia Papal en el triunfo de San Lorenzo en Santa Fe, la lenta agonía de Gallego y de Independiente. Omitiendo toda profundización sobre el presente del equipo de Guillermo Barros Schelloto, el periodismo deportivo nacional lo olvida en la cima para mantener informado a las mayorías que siguen a los equipos que alguna vez fueron grandes, porque descuentan que Lanús va a salir campeón de punta a punta y no hay nadie que lo pueda perseguir con la real convicción de alcanzarlo. Sería muy bueno que traten de explicar porque está por suceder algo tan poco frecuente en el fútbol criollo: Que uno parece estar claramente por encima del resto, y que es natural que le gane a casi todos y en todos las canchas.
El ejercicio del periodismo partidario entrega nuevos desafíos a los profesionales que trabajan en torno al club Lanús, incluyendo a los que destacan los grandes medios nacionales. Es que estamos presenciando la formación de un gran equipo, un equipo que muestra un fútbol ofensivo variado y bello, que convierte goles espectaculares, pero que además tiene la virtud de un orden defensivo sin fisuras que se mantiene aún cuando los protagonistas cambian. De la defensa de corrido que supimos recitar de memoria, Araujo y Vizcarrondo, el 50%, no estuvo en la formación que ganó en Mendoza, y ese orden no se alteró. Lanús juegue quien juegue y juegue contra quien juegue, primero le cierra todos los caminos al arco de
Marchesín, le gana la lucha en el medio y se hace cargo de la pelota para empezar a buscar su gol, que generalmente consigue en la primera etapa, y que una vez sacada la ventaja, comienza a generar llegadas claras que últimamente le cuesta demasiado concretar. Las estadísticas sostienen esta mirada: Jugó seis, ganó cinco, ganó en Rosario y en Mendoza, empató en Avellaneda con Racing mereciendo ganar, convirtió 11 goles y recibió apenas 1, se puso en ventaja en el primer tiempo en los cinco partidos que ganó. Habría que buscar en la historia de los torneos cortos una marca superior, de todos modos la opinión pública habla de Boca, River, Independiente y los que rajen, porque la prensa especializada de los grandes medios habla de lo mismo. De fútbol ya no se habla en el fútbol, al menos en la Argentina: Los periodistas partidarios tenemos miedo de que nos traicione el fanatismo, no nos animamos a afirmar que Lanús, si no se da un verdadero milagro maligno, debería salir campeón de punta a punta.
Es una pena decir que Lanús esta vez en Mendoza no brilló, que entregó a cuenta gotas su buen juego, que terminó pidiendo la hora como ante Vélez, Racing y Arsenal, es decir los últimos cuatro. Sólo en los dos primeros, ante Colón y Newell’s, Lanús estableció diferencias definitivas y holgadas. Pero en ninguno de los seis partidos sufrió peligro real de gol adversario, solo la presión inofensiva del rival de turno tratando casi siempre infructuosamente de poner la pelota en las cercanías del arquero granate, y en las pocas que el gol acechaba, la figura invulnerable de Agustín Marchesín, el mejor guardavalla argentino del momento por lejos, dio respuesta lucida y eficiente. El gol que recibió fue en una de las pocas fallas defensivas que el equipo cometió en lo que va de torneo, falla que lo dejó cara a cara ante un rival, el pibe Milton Céliz de Arsenal, el único que lo batió. Es una pena decir que Lanús ganó y esta vez no brilló, y no decir que en estos encuentros, cuando no brilla, es cuando aparece su principal virtud: El funcionamiento colectivo, la entrega, la concentración, la categoría individual en ascenso de cada uno de sus jugadores, atributos combinados que le permiten recuperar las pocas pelotas que pierde, porque la tiene casi siempre y porque cuando no la tiene le hace insoportable la tenencia al rival con su presión en todos los sectores del terreno, con los diez jugadores de cancha abocados a la tarea, un bloque compacto que ataca y defiende sin estirarse, dando muestras de madurez para asegurar primero lo que tiene y recién después empezar a buscar ampliar esa ventaja. Salvo en el único encuentro en el que no marcó, ante Racing, en sus cinco victorias Lanús se puso en ventaja en el primer tiempo, en cuatro de ellas antes de los 30 minutos de juego. Todos esos resultados parciales condicionaron el desarrollo posterior de esos encuentros, en los que adoptó la posición de invitar al rival a tirar golpes como Nicolino Locche, “El Intocable” y responderlos como Monzón, con toques vertiginosos y precisos apuntando directo al mentón de sus rivales. Sin brillar, como ayer en Mendoza, Lanús generó en el complemento tres o cuatro situaciones de gol que falló en la puntada final, situación que se viene repitiendo con demasiada frecuencia. Ayer Leandro Díaz tuvo veinticinco minutos para aprovechar su oportunidad, y dispuso de dos chances muy claras que falló por impericia técnica: De haberlas concretado, el Mellizo tendría una semana para decidir su titularidad. Al menos por una fecha, seguramente renueva el crédito de Ismael Blanco, titular en todos los partidos, autor de dos goles y de muchos más desperdicios de gol. La definición, siempre teniendo en cuenta que convirtió 11 y recibió 1 en 6 partidos, sigue siendo el punto a trabajar pensando en el futuro.
Cuando las circunstancias de los partidos ofrece adversidades -la incógnita de los pibes de Vélez, el cerrojo defensivo de Racing, el deplorable estado del terreno ante Godoy Cruz- cuando cuesta imponer el toque en velocidad y la gambeta sorpresiva que tanto encandila, es cuando aparece la principal virtud de Lanús: La cualidad colectiva, la solidaridad y la inteligencia de todos para entender como jugar esos partidos chivos. No obstante y como siempre, Lanús fue superior en Mendoza y fue un justo ganador de principio a fin. Además de la ausencia obligada de Araujo y Vizcarrondo sufrió la baja del Pochi Chavez a los 37 de la etapa inicial. Su lugar lo ocupó el pibe Barrientos, una esperanza granate haciendo sus primeras armas. Las figuras fueron el Cali Izquierdoz, cada vez más “El hijo de Schiavi” y el Pulipo González, el sobrino preferido del Checho Batista, dos jugadores que el técnico revalorizó con su confianza. Los periodistas partidarios le tenemos miedo a la traición del fanatismo, pero no tenemos otra alternativa que decir que Lanús esta formando un gran equipo, un elenco cuyo destino no tiene techo, un equipo que tiene todo para ser campeón de punta a punta. Porque si no lo decimos nosotros no lo va a decir nadie.