por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.comUna de las páginas más destacadas y singulares de la historia granate es la escrita por aquel equipo que pasó a la posteridad como Los Globetrotters, con punto culminante en el campeonato de 1956 que peleó y terminó perdiendo a manos de River Plate. No es por eso mismo la de una gran victoria, como el Apertura 2007 o como la Copa Conmebol del 96, no es tampoco la página más negra, como la que ilustra el camino que lo llevó a jugar tres años en la primera “C”, ni tampoco la de una de las de tantas injusticias que sufrió el Club Lanús a lo largo de su existencia como entidad deportiva. Es la historia de un fracaso doloroso, la imposibilidad de lograr una hazaña hasta allí inédita, de uno de los clubes chicos de verdad de entonces, esos que casi nunca superaban la línea de la mitad de tabla de posiciones de la máxima categoría del fútbol argentino, que entregando tal vez el fútbol más lujoso que se vio en esta parte del mundo se quedó a las puertas de la gloria. Se trata del fracaso de un intento heroico.
Para comprenderlo cabalmente hay que repasar las primeras dos décadas del profesionalismo, a partir del año 1931, cuando se consolidaron las diferencias entre los cinco clubes grandes y el resto de los competidores. Racing, Boca, San Lorenzo, River e Independiente fueron sacando una importante luz en cuanto a popularidad respecto de los demás, y a fuerza de títulos fueron generando más simpatías y mayores recaudaciones que el resto de sus rivales. Hasta que Estudiantes sorprendió en el 67, todos los trofeos disputados engrosaron las vitrinas de esos cinco grandes. Sin embargo, no sería justo desconocer que entre los demás también había dos niveles claramente establecidos. Del quinto al décimo puesto
invariablemente y salvo raras excepciones se ubicaban Estudiantes, Gimnasia, Huracán, Vélez, y a partir del 39, allí se instalaron Central y Newell‘s, muy raramente alguno de los otros chicos se subía a esa plataforma. Ferro, Atlanta, Chacarita, Lanús y Platense siempre fueron de primera en aquellas dos décadas iniciales; Argentinos y Tigre casi siempre, Talleres de Escalada, Quilmes, Argentino de Quilmes, Almagro y Banfield, que se subió en los 40, alternaron bastante más. Sin embargo Vélez, Estudiantes y Gimnasia descendieron a la B en esos años 40. Y Lanús, después de luchar para evitarlo durante 18 años, en una de las más grandes injusticias de la historia de nuestro fútbol finalmente se fue a la “B” por primera vez en 1949.
El pronto regreso a primera dio comienzo al largo período de formación paulatina de ese elenco que explotaría en el 55, que se quedaría en el intento de ser campeón en el 56, iniciando el camino hacia el ocaso que llegaría con el descenso de 1962 . En 1951 Álvarez Vega, Daponte, Emilio Fernández; Osvaldo Gil y Ramón Moyano formaban parte del plantel que nuevamente en primera obtuvo un inédito 5º puesto, luego de haber ganado la primera rueda con varias goleadas a favor y la consagración de un gran artillero que había surgido en el equipo que logró el ascenso, José Florio, que a mitad de campeonato sería transferido a Italia por una suma record para la época. Ese año Banfield estuvo a punto de dar la sorpresa al disputar una final ante un rival muy superior que lo venció ajustadamente pero con justicia, el legendario Racing del Chueco García que se consagró tricampeón 1949/50/51. En el 52 se sumaron Cejas, Guidi y Urbano Reynoso, y con los goles de Héctor Catoira Lanús obtuvo el quinto lugar, junto a San Lorenzo y Vélez . El equipo de Liniers estuvo a punto de ser campeón el 53, como Banfield dos años antes, apostando al esfuerzo y el rigor defensivo se quedó con el subcampeonato, a cuatro puntos de River. Ese año Lanús decayó y volvió a pelear el descenso pero se conformó la dupla central con Prato y Beltrán. En el 54, se consolidó una de las líneas medias más famosas de la historia de nuestro fútbol, Daponte, Guidi y Nazionale, con la llegada de este último, y Lanús volvió a obtener el quinto puesto. En el 55 se terminaron de conformar los Globetrotters con la vuelta de Moyano y la llegada del talentoso Dante Homérico Lugo, quien rápidamente compone con Benito Cejas una dupla que prometía hacer historia: Entre los dos convirtieron 20 goles y Lanús fue la sensación, ubicándose otra vez entre los cinco primeros, detrás de River, Racing Boca e Independiente. Los Globetrotters ya eran muy populares, y los estadios donde se presentaban se colmaban de espectadores imparciales que asistían seducidos por su juego distinguido. Para todos, 1956 tenía que ser el año de Lanús.
Con un estilo fino y atildado, bautizado por la prensa como de galera y bastón, el equipo arrancó el campeonato con grandes actuaciones y muy buenos resultados. Sin embargo la ausencia por lesión de jugadores muy importantes como Cejas, Gil y Prato, valores irreemplazables en un plantel demasiado corto, obligó al entrenador Juan B. Cevasco a ensayar diferentes variantes. A Cejas lo fracturó de manera anunciada y artera Pipo Rossi en el Monumental, en la 9ª fecha, condicionando su futuro y abortando la prometedora dupla ofensiva que conformaba con Dante Lugo. A Prato lo reemplazaron alternativamente Bendazzi, Donnola y un bisoño Ramos Delgado, quien sería con el tiempo gran figura internacional pero entonces estaba dando sus primeros pasos. La ausencia de Gil, sumada a la de Cejas, produjo muchos cambios de posiciones en ataque y la promoción de un joven delantero de diferentes características, como el Tanque Alfredo Rojas, que conquistó 11 goles en 13 partidos disputados, su potencia cambió también el estilo ofensivo del equipo. Con Urbano Reynoso, Emilio Fernández y Dante Lugo alternando en las posiciones de segundo centro atacante y peón de brega -el clásico “8”- los “Globe” del 56 convirtieron 59 goles, cifra que lejos estaba de ser record pero que empezaba a tornarse infrecuente.
El destino de aquel inolvidable equipo se definió en la 24ª fecha ante River en Arias y Acha (hoy Héctor Guidi) el 28 de octubre de 1956, luego de una etapa inicial en la que el local fue muy superior y se retiró en ganancia por 1 a 0 con gol del Tanque Rojas, que debió convertir varios más, que la gran actuación del golero Manuel Ovejero -el reemplazante de Amadeo Carrizo- y los maderos de su arco evitaron. El complemento fue todo de River, que borró a Lanús y terminó imponiéndose por 3 a 1. La parcialidad granate reaccionó indignada e inauguró un singular modo de protesta: Un número indeterminado de carnés rotos que la leyenda transformó en millares volaron por los aires en las adyacencias del estadio. La magia y la belleza construida a lo largo de varios años se desvaneció en aquel infausto entretiempo en el que todo cambió de manera irreversible. Nunca se supo que ocurrió, las muchas versiones que cuentan de deslealtades y traiciones carecen de sustento, no obstante igual persiguieron a varios de aquellos futbolistas a lo largo de toda su vida. Posiblemente la derrota sea el resultado de un cocktail letal conformado por la vasta experiencia del rival en partidos de ese tipo y la excesiva responsabilidad de un equipo corto y diezmado por las lesiones que tenía que ganar para ser campeón. Consumada la derrota, aún quedaban seis fechas por disputarse, en las que Lanús obtuvo tres victorias por goleada, dos empates y una derrota ante Racing en Avellaneda, y logro su primer subcampeonato, con dos puntos menos que River, que sería el tricampeón de los años 55/56/57.
El estigma de aquella inesperada derrota, en las décadas que siguieron sobrevoló a Lanús en cada jornada relevante que terminó en derrota, que fueron varias, de a poco los hinchas granates se empezaron a acostumbrar a los sinsabores El paso del tiempo fue poniendo las cosas en su lugar y hoy se advierte claramente que de los Globetrotters en adelante, todos los representativos de Lanús, aún en los tiempos más negros de su historia, hicieron del juego ofensivo y el buen trato del balón una premisa inalterable. Durante todos estos años, en las campañas de Los Albañiles, en el juvenil equipo del Viejo Guerra que volvió de la “C”, en el de Miguel Russo comandado por Héctor Enrique que retornó definitivamente a primera, en el elenco de Cuper que ganó la Copa Conmebol del 96 y en el equipo del gran Ramón Cabrero que obtuvo el título Apertura del 2007, las dos grandes conquistas que hoy luce en su casaca en forma de estrella, como también en este presente deportivo e institucional que ubica al humilde club de barrio del sur del Gran Buenos Aires entre los nuevos grandes del fútbol argentino y sudamericano, está más vivo que nunca el legado futbolístico de los famosos Globetrotters, la leyenda de los que fueron los mejores aunque no pudieron ser campeones.