Informe Económico Semanal del Banco Ciudad
El año 2012 será recordado como un punto de inflexión para la economía argentina, que tras años de acumular distorsiones y desequilibrios, comenzó a sufrir las consecuencias. Asimismo, tras el triunfo en las elecciones de 2011, el gobierno comenzó a impulsar una serie de iniciativas destinadas a cambiar sustancialmente las reglas de juego de la economía, siendo éste –quizás– el punto más destacable del año que termina.En el frente económico, la prohibición de acumular divisas y de girar utilidades y dividendos, el cierre progresivo de la economía mediante trabas a las importaciones, la estatización de YPF, la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central (que permitió direccionar el crédito, pero también otorgó un amplio margen de financiamiento monetario al Tesoro), y las nuevas regulaciones al mercado de capitales, fueron todas medidas orientadas a imponer un modelo económico de economía cerrada y altamente centralizada y regulada, que ya fracasó en el pasado. Este proceso de contra-reformas es, probablemente, tan preocupante como la persistente erosión de los fundamentos macroeconómicos y ayuda a comprender el pesimismo que pesa sobre el empresariado local.
Las consecuencias de esta mezcla de políticas exacerbaron los efectos contractivos de la menor cosecha y la desaceleración en Brasil, dando lugar a una economía en recesión, con inflación en ascenso. La brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo trepó al 40%, la inversión llegó a caer un 18% anual y las compras de equipo durable importado un 47%. La construcción llegó a contraerse un 8% anual, las escrituraciones un 25% y los depósitos en dólares disminuyeron más de USD 4.000 millones. En este marco, el PIB se contrajo casi 4% entre fines de 2011 y mediados de 2012, a la vez que la inflación se acercó al 25%.
Este escenario encontró al gobierno con pocas herramientas contra-cíclicas por aplicar. El gasto público (28% a/a) y la base monetaria (40% a/a) ya venían creciendo a un ritmo vertiginoso y los crecientes recursos destinados a los subsidios obligaron a recortar otras partidas del gasto. Asimismo, el cierre del comercio exterior no logró los efectos expansivos esperados y terminó por complicar el funcionamiento de toda la industria. Sin acceso al financiamiento, las provincias afrontaron un ajuste fiscal mediante aumentos de impuestos y recortes en las obras públicas. La inversión privada y la construcción, anteriores motores del empleo, comenzaron a exhibir números rojos.
A pocos días de finalizar el año, los datos marcan un rebote del nivel de actividad en la segunda mitad de 2012 (tras un primer semestre negro), aunque sin retornar al pico previo. El IGA-OJF se redujo 0,1% interanual en noviembre, acumulando una caída de 0,3% en lo que va de 2012, pese a ir recortando las pérdidas en los últimos meses. El indicador verificó un alza del 0,3% mensual, acumulando en el cuarto trimestre un incremento cercano al 1% respecto al tercero (sin estacionalidad), que dejaría un arrastre estadístico para el 2013 del 0,8% (es decir, el próximo año comenzaría con un nivel de actividad casi 1% superior al promedio de 2012).
A nivel sectorial, la contracción del nivel de actividad fue liderada en 2012 por el agro, la construcción y la industria, experimentando esta última una caída de 0,5% interanual en noviembre según la medición de Ferreres y una baja de 1,4% de acuerdo al EMI-INDEC.
En materia de perspectivas, aunque la mayor cosecha esperada y cierta recuperación en Brasil podrían impulsar un rebote en 2013, un crecimiento liderado sólo por exportaciones (asociadas a factores exógenos) podría resultar efímero. Aunque se prevén datos positivos para el año próximo, fundamentalmente en el segundo trimestre, cuando se sienta el pleno impacto de la cosecha en el nivel de actividad, la persistente erosión de los fundamentos macroeconómicos podría dar lugar, posteriormente, a un nuevo estancamiento. Más aún, el esperable impulso fiscal y monetario pre-electoral tendrá poco impacto sobre el nivel de actividad, pero significativo en precios (inflación), profundizando la apreciación cambiaria. Todo ello, sin contar posibles intervenciones gubernamentales disruptivas para la economía.
En síntesis, de no mediar una paulatina corrección de las distorsiones y desequilibrios que viene acumulando la economía, el año 2012 será recordado como el final de un largo ciclo de crecimiento para Argentina.