por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.comLa obstinada inquietud de la AFA por programar a Lanús los días lunes por la tarde condiciona la temática de esta habitual columna deportiva, en principio pensada para entregar una opinión semanal sobre la marcha del primer equipo granate, algo que últimamente se hace difícil ya que al cierre de cada edición, el partido aún no se ha jugado. Eso que me permite hurgar en la historia institucional, tarea que confieso jamás habría imaginado tan reveladora y nutrida de pasajes sorprendentes, que el transcurso del tiempo y los abruptos cambios impuestos por la tecnología, las comunicaciones y el confort ocupando la escena del barrio, la amistad y el café, pero por sobre todo, el pique de la pelota de fútbol en la baldosa impredecible, le dan a estas historias
el lugar de leyendas doradas de la casi centenaria existencia del Club Lanús.
El domingo 21 de agosto de 1949, en su vieja cancha de madera colmada por casi cuarenta mil espectadores, Lanús obtuvo uno de los triunfos más resonantes de su historia, venciendo a Boca Juniors por 4 a 3, después de haberse ido al descanso con un 0-3 en contra. Desde el inicio del profesionalismo, en 1931, Boca y River empezaron a marcar diferencias. Por entonces, Lanús había participado de todos los torneos de primera sin perder la categoría durante los 19 años transcurridos y era uno de los clubes denominados chicos, frecuentaba la tabla de la mitad para abajo, más cerca del suelo que del medio, tratando de solucionar los infaltables problemas económicos y políticos que sufrían los clubes chicos, contra la opulencia que empezaba a diferenciar claramente a los cinco grandes, que invariablemente se repartían del 1º al 5º puesto, obteniendo además las mayores recaudaciones, y estableciendo un absoluto dominio en las competencias. Ese año Lanús terminaría sufriendo su primer descenso, y la forma en que eso sucedería será la muestra más cabal de las grandes diferencias que existían. Casualmente, Boca llevaría a cabo en 1949 una de las peores campañas de su historia, quedando a salvo del descenso a una fecha del final, siendo Lanús y Huracán, por entonces más grande y poderoso, quienes dirimirían la permanencia en un desenlace histórico que merece verse por aparte.
El equipo granate estaba conformado por algunos referentes como Salvador Calvente y León Strembel, más las incorporaciones de Pairoux y el “gordo” Lacasia en el ataque, y los primeros retoños de los Globetrotters que iban apareciendo, como Osvaldo Gil y Ramón Moyano. Según el historiador granate Néstor Bova, pese a la pobre campaña de ambos, el partido había despertado inusitada atención porque se trataba de la última fecha de la primera rueda y en Boca se producían los debut de tres grandes incorporaciones de reciente llegada: Dos jóvenes que conformaban una dupla izquierda de ataque muy prometedora, Campana y Busico, llegados de Chacarita por una suma muy importante, y Juan José Ferraro, adquirido a Vélez por otra fortuna. En la edición del diario La Prensa de la mañana siguiente, el periodista Américo Barrios, con estilo revolucionario para la época, escribía lo que sigue: “Lo cierto es que como si Boca tuviera poca historia, ahora ya parece de leyenda. En la cancha de Lanús no cabía ni siquiera un vigilante más. Con esto queda dicho todo. Cuando aparecieron las estrellas azul y oro, el estadio estalló en una ovación impresionante..”
En un encuentro vibrante y parejo, con muchas llegadas de ambos lados, la visita fue estableciendo diferencias ante una muy pobre respuesta defensiva de Lanús. A los 2’ y a los 23’ marcó Castellani, y a los 42 el debutante Ferraro puso el 3-0 parcial con que fueron al descanso, que Barrios describió de la siguiente manera: “¡Goool de Boca Juniors! El delirio. Las legiones boquenses arrojaban a la cancha papel picado, serpentinas, confites. Y gritaban: ‘¡Hasta la docena no paramos!’”
Lo cierto es que Lanús se recompuso en defensa y tomó la iniciativa desde el arranque del complemento borró a su rival del terreno y los goles que pudo y no logró convertir en la etapa inicial fueron llegando enseguida: Osvaldo Gil convirtió a los 6’ y 7’, y Moyano clavó el empate a los 26’. El silencio desplazó a la fiesta que poco antes se vivía en las tribunas colmadas por los simpatizantes xeneizes, y la euforia se mudó hacia los sectores ocupados por los locales, que a 5’ del final gritarían el gol de Lacasia que le daría un triunfo inolvidable. Para recrear el final, recurrimos una vez más a la particular pluma de Américo Barrios, en la edición del diario La Prensa del 22 de agosto de 1949: “Nunca como esta vez un júbilo fue más merecido. Más justo. Y más hermoso. El corazón del hombre había arrasado el artificio de todas las técnicas, sin temor alguno por el fantasma de los astros deslumbrantes. El conquistado por Lanús es el triunfo del hombre con temple de campeón. Y de héroe.”