Por Marcelo Calvente
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Las imágenes de la fallida conferencia de prensa de la conducción de San Lorenzo fue el momento más dramático de un sainete que se veía venir y que tiene todos los condimentos. Un club grande, muy popular, gran protagonista de la historia del fútbol argentino como escenario. Un presidente que fue electo por su condición de millonario, al frente de un rejunte donde todos se le oponen. El club que se iba al descenso, y de alguna manera todo terminaba con ese resultado. Pero la aparición de Banfield, que de manera supersónica logró derrumbar en dos años lo que San Lorenzo venía derrumbando en más de diez, lo privó de esa solución y lo dejó con vida, y con el desafío de armar un equipo de primera división en semejante contexto. Nadie se preocupaba demasiado por los 30
millones de pesos que el presidente millonario que intentó ser famoso gracias a San Lorenzo dice haber puesto y querer cobrar, porque otro millonario que además ya es muy famoso dice que él se va a hacer cargo. Pero como este millonario famoso que además no es boludo se avivó que nada bueno podía sucederle en ese cargo, dice que su hijo le pidió que no agarre, y de pronto todos, jugadores, dirigentes, periodistas, socios e hinchas comprenden la magnitud de la situación que tuvieron ante su vista desde siempre y no quisieron ni supieron ver venir. La conferencia de prensa en la que anunciarían la acefalía de San Lorenzo no podía ser otra cosa que un drama de desenlace incierto.
Horas antes de la anunciada convocatoria a realizarse en la sede céntrica de la Avenida de Mayo, el presidente que iba a ser el principal acusado de todo este desbarajuste sufrió una descompensación cardiaca y fue internado en una clínica privada especializada en millonarios. A esta hora no importa si el corazón lo engañó, lo que queda es que su vicepresidente y principal enemigo, tuvo que encabezarla. Duró apenas unos instantes. Los hinchas y socios autoconvocados invadieron la sala y uno de ellos increpó a Jorge Aldrey, a quien los que lo rodeaban dejaron en una soledad que ofende a la moral de los más primitivos de los hombres. Durante varios minutos y en primer plano para todo el mundo, comentado además por todos los medios en simultáneo, el mencionado socio lo insultó de arriba abajo, lo amenazó con pegarle, le tiró una jarra con agua, le sacó el micrófono de la mano y volvió a insultarlo. Aldrey lamentará por el resto de su vida la situación que vivió, pero más lo atormentará la idea de que lo burló su más odiado enemigo. Sea que el percance de salud fue fingido, sea que fue verdad, no cambia la dimensión de la tragedia de estos pulpos que terminan en la red por conducir muy mal un club de fútbol. Y encima en el caso de Carlos Abdo, nadie puede pensar que lo hizo por dinero.
Mucho hablamos de la irrupción de la televisión como nuevo dueño del fútbol. Y mucho del gobierno actuando como dueño de nuestra televisión, la de todos y todas. Resulta sintomático advertir que desde la aparición estatal como capitalista del juego, la cosa empeora más y más, y el fútbol se derrumba. Primero caerán los que pisaban el abismo, luego los que están en manos de delincuentes, después los que gastan la que no tienen, más tarde los menos ordenados, si esto no se detiene todos caerán en la secuencia de Bertold Bretch. El gobierno triplicó los ingresos, pero ese dinero fue dilapidado en contratos impagables, en operaciones fallidas, en gastos innecesarios, en errores inexplicables o simplemente fue malversado por la mitad de los clubes de primera, entre ellos cuatro de los cinco grandes. Cuesta imaginar que como están las cosas, en un par de años más haya más de cinco o seis instituciones en condiciones económicas de asumir el compromiso de participar de la competencia mayor, mucho más después de la explosiva devaluación del peso argentino y las medidas tomadas respecto a la moneda extranjera, en medio de una recesión inédita que incluye a las naciones más poderosas.
El sainete sigue entregando situaciones dramáticas. Los clubes que están inhibidos por no honrar sus compromisos con los futbolistas, esos que en treinta días tienen que cancelar sus deudas millonarias pero no se calientan, total, la AFA les adelantará la guita que la televisión debería pagarle a cada uno de esos clubes durante los próximos diez años, guita que deberían administrar las comisiones que los sucedan y que no podrán porque les pasará lo mismo que les pasó a ellos, porque sus antecesores le hicieron lo mismo. No obstante, es tan crítica la situación de varios clubes cuyos dirigentes tienen clavados en su nuca los ojos de hinchas y hasta socios a los que no les importa cuanto deben, solo les importa que el equipo se refuerce bien para ganar un campeonato, y es tal la irresponsabilidad, que para zafar del lío en que están metidos se embarcan en deudas que los pueden llevar a prisión o cuanto menos, costarle el drama sin retorno que padeció esta tarde Jorge Aldrey, que no tuvo a su lado ni un solo hombre cabal, ni siquiera un matón a sueldo, para tratar de contener al agresor verbal que no le pegó por que no quiso.
El suceso inaugura una nueva forma de Reality Show potenciado por el marco multitudinario que siempre rodea al fútbol. Los dirigentes son en realidad profesionales u hombres de negocios de mayor o menor capacidad, fortuna, y honorabilidad, que llevarán a cabo su gestión empresaria y cada uno de sus actos será juzgado con la vara de la pasión por los colores. Por eso, en su desesperación, los clubes más complicados son los que ofrecen los mejores contratos y con esas promesas que no piensan cumplir le birlan a los más austeros y ordenados sus mejores jugadores, y los ponen frente a la tentación de pactar con el mismo diablo que ellos pactaron, en tanto a sus espaldas los socios e hinchas que los eligieron les dicen que se dejen de joder, que transen nomás con el Maligno, que no nos tomen por boludos, que queremos ganar un campeonato. Después de ver la conferencia de Aldrey, hay que ser muy valiente para animarse.