lunes, 9 de julio de 2012

Para la interpelación al intendente tuvieron que usar el Plan B


Por Marta Santos


Todos los entretelones de un día agitado en el Concejo Deliberante de Lanús


El viernes 6 la tensión en el HCD era palpable. Los ediles del FV estaban abroquelados en su bloque. Los de 17 de Octubre preparaban la presentación del pedido de interpelación con urgencia para poder incluirlo en la sesión y los opositores, en calma pero con expectativas,  sabían que algo iba a pasar. En la reunión de Labor Parlamentaria (que debería haberse efectuado el día anterior) se acordaban los expedientes de la orden del día.
 Todo empezó cuando el proyecto de decreto se presentó en mesa de entradas y explotó cuando los concejales entraron al recinto. Recién allí los autores lo dieron a conocer a sus pares y les pidieron que los acompañasen con el voto. Comenzaron las grandes y pequeñas reuniones, apoyados en las bancas, en la que la pregunta era: “¿Cómo lo vas a votar?”. Consultas, conciliábulos, intercambio de opiniones y hasta debates. “Nos quieren meter en la interna peronista”, murmuraban algunos, en negativa. Otros, con el ánimo un poco exaltado, exclamaban: “Lo tienen que arreglar entre ellos!”. Los más reflexivos acordaban: “Pero lo
presentan…¿qué hacemos? 
  Baratta y Torlaschi se sentaron en sus bancas, Deibe, fuera del recinto, consumía un cigarrillo tras otro. Los ediles del oficialismo estaban reunidos en su bloque con el presidente del HCD  mientras el timbre del llamado a sesión no dejaba de sonar y los celulares eran coprotagonistas.
Cuando fueron ocupando su banca contaron las manos: necesitaban trece para aprobar la interpelación. Con uno menos desempataba Bonfiglio, con su voto doble. Si se perdía no podía volver a ser presentado hasta el año que viene y perdían la oportunidad de interpelar al intendente. Las miradas estaban puestas en los ediles del UDESO, que a la hora de votar temas que comprometen al ejecutivo se ausentan, enferman, tienen un viaje planificado o reciben un llamado telefónico urgente que hace ausentarse a un denarvaísta y resulta en desempate  a favor del intendente, obvio.  Bosio llegó pero se fue a los pocos minutos y se dieron cuenta que ése era el voto que les faltaría. 
  Cambiaron al plan B: si no podían tratarlo pedirían el pase a comisión, algunos tal vez más aliviados porque les había molestado “la forma en que hicieron las cosas”. Pensaban que los de 17 de Octubre tendrían que haberlo consultado antes, claro, y unir voluntades: “Así no se hace”, era la frase.  El factor sorpresa , con el que contaban los autores para no dejar que el oficialismo “operase” sobre algunos concejales llamados no oficialistas, también les jugó en contra con los opositores, a los que no les gusta que los usen para fines partidarios ajenos.
   No sé en qué momento tomaron la decisión de armar un plan B, alternativo, porque  se notaba que no todos estaban de acuerdo. Quizás fue en ese minuto final en que no apoyar significaba, en cierto modo, hacerle el campo orégano al oficialismo. Cuando se pidió la inclusión y el tratamiento (el interés estaba en este último) Bonfiglio lo sometió a  votación  y fue negativa: 21 a 3. Montero interrumpió el desarrollo de las mociones -cosa que hace muy bien para cambiar el eje de la discusión- y el presidente del HCD propuso otra votación por la inclusión, que podría haber devenido en un pase a archivo. Folino, rápido y experto en cuestiones administrativas, indicó que no era lo correcto a viva voz (lo que no acostumbra) porque pedía la palabra y no se la daban. Bosio había ingresado nuevamente para votar -ahí sí- el pase a comisión, aunque todos se dieron cuenta de la maniobra y sigue sumando calificativos devastadores de sus pares.
   Se supone que en la próxima sesión debería haber un dictamen sobre la interpelación, aunque ahora en la comisión de Gobierno la desproporción es mayor: el oficialismo cuenta con la mayoría y le sería más fácil no dar dictamen favorable al pedido. La oposición debería hacer mucha presión y aún así prepararse para que el FV no ceda ante sus reclamos. 
  Los vecinos de Lanús que siguen mi programa radial habían escuchado la mayor parte de la grabación de las expresiones del intendente el miércoles al atardecer, cuando la difundí sin editar (quitando sólo 6 minutos del principio y cuatro del final por razones de extensión). El jueves, los colegas locales desarrollaron el tema. Los medios nacionales habían puesto las palabras del intendente en conocimiento de todo el país ese mismo viernes y el revuelo político partidario era total.  Emisoras radiales y televisivas lo repetían permanentemente.
 Al anochecer del viernes, concejales opositores estuvieron en la radio para una nueva emisión de mi programa. Dijeron cosas duras. Baratta no ahorraba calificativos para los ediles de Unión Celeste y Blanca ni para Jorge Montero. Y Schiavone (Pro) se enojaba con el intendente por decir que el Pro había “fogoneado” la marcha cuando el asesinato de Ayala. María La Rosa explicaba la razón de su voto y Oscar López no podía  entender cómo Díaz Pérez había dicho lo que dijo; hablaron poco pero siguieron atentamente el debate.  Montero, por teléfono, decía que no se puede hacer una interpelación por esas declaraciones, que no se había propuesto el archivo y que Bosio estuvo siempre en la sesión.  Y Folino, en el micrófono, debatía ampliamente con Baratta y expresaba que ojalá se movilizasen siempre como ese día por razones que le  importan más a los vecinos porque, después de todo “esta es una pelea entre peronistas y son ellos los que deben darla”, aclarando que igual sumaría al pedido de interpelación.
En ese momento nos llegaba la noticia que Díaz Pérez habría reconocido que sus dichos respecto a lo expresado por la presidente en la reunión “secreta” no eran del  todo verdaderos, lo que quizás sea el argumento para anular la interpelación. Mientras tanto, los teléfonos de la emisora recibían mensajes de ira contra el intendente y las redes sociales se llenaban de epítetos. 
El hecho político se había producido, más allá del resultado que obtenga el decreto.