Hay que situarse en la Argentina de 1973, en la vuelta de Perón, en la masacre de Ezeiza y el resto de un derrotero político corto y caótico que dejó un tendal de muertos y que vendría a concluir con el golpe de estado y la diabólica matanza que lo sucedió. El mismo tiempo, y en forma casi simultanea, padeció Lanús hasta encontrarse también a las puertas del infierno. Pero mientras a su alrededor el odio y el crimen todavía gobernaban, con un inolvidable acto de amor, desprendimiento y valentía, un grupo de socios arriesgó su patrimonio para salvar al Club que irremediablemente se moría. Corría 1981, el último de los tres años en la "C", vividos por los granates como una tragedia que el tiempo y la distancia transformaron en más brillo para su leyenda, porque habiendo jugado con Piraña, Riestra y Gral. Lamadrid, apenas trece años después Lanús levantó la Copa Conmebol y fue subcampeón de Primera Ese milagro pudo ser posible por tipos como Néstor Díaz Pérez, José Villamil, Roberto Rotilli, Horacio Magnaghi, Daniel Setta y varios granates más que no conozco, encabezados por Carlos González, fueron la
garantía de la patriada que terminaría siendo la piedra fundamental de la reconstrucción este club, que gracias a otros notables dirigentes, siempre basados en la unidad y el desinterés personal como mandamiento, se ha convertido en el ejemplo a seguir en el Fútbol Argentino.Lorenzo D’angelo fue electo diputado por el justicialismo -después de muchos años sin vigencia de las urnas- el 11 de marzo de 1973, y un año después asumía como presidente de Lanús. Su gestión será inolvidable por la obtención de más de 100.000 m2 que pertenecían al ferrocarril, un aporte que el tiempo valorará al precio de la tierra, pero que por entonces para poner en valor el enorme baldío y desarrollar el crecimiento institucional a partir de la construcción de nuevas instalaciones, exigía de una inversión dinero que Lanús no tenía. Con la mejor intención, D’angelo trajo a Francisco Leiras, un directivo de Sasetru con altas pretensiones políticas a nivel provincial, dispuesto a poner ese dinero y obtener el prestigio que le permitiría alcanzar sus objetivos personales. No era socio, ni siquiera era hincha de Lanús, pero ese no fue obstáculo para incorporarlo de manera súbita a la cumbre política de nuestro club. Sería injusto omitir que en ese sentido y mientras pudo, Leiras cumplió, y con el aporte del dinero prometido Lanús regresó a primera en 1976, después de cuatro años en la "B".
Pero en el interín el país estalló, el pueblo dejó de mandar y todo quedó en manos de los milicos que iban a perpetrar el peor golpe al bolsillo de los trabajadores, así tuvieran que masacrar decenas de miles de personas para llevarlo a cabo. En marzo de ese año Los milicos dejaron a D’angelo sin fueros, sin libertad y sin club, y lo borraron de la vida pública. Así fue que Leiras, su vicepresidente, como un año antes Isabelita y López Rega en la Nación, se encontró con la suma de un poder que no sabría manejar, y que tendría graves consecuencias. Leiras siguió poniendo plata que el mismo malgastaba por falta de capacidad y conocimiento hasta que SASETRU se fundió. El club se empezaba a sumir en la oscuridad, y las torres de luz sin luz del estadio, por años simbólicos testigos mudos y ciegos, no podían alumbrar para ver venir lo que vendría.
La luz llegaría a Lanús en 1981. A la patria un año después. Desde allí, los destinos de ambos se distanciarían drásticamente. El club recorrería un sendero fabuloso de crecimiento deportivo, prosperidad económica y orden institucional, siempre con la unidad como bandera, no exento de desavenencias y conflictos internos, que siempre se fueron superando porque primero estaba el club Lanús. El mismo Néstor Díaz Pérez mantuvo interminables diferencias con el Dr. González y sus socios del estudio jurídico -todos ellos ocuparían cargos relevantes en la era de la reconstrucción- y siguieron trabajando juntos pese a esas inacortables distancias de criterio. A la patria no le fue tan bien, la política no estuvo a la altura de las circunstancias. Lo que en Lanús era lema de honor, la honestidad, en la política fue moneda infrecuente. Después de tantos años de engaño y desencanto, la clase política convirtió en harapos el prestigio de antaño, mientras las últimas gestiones llevaron a Lanús a la elite de los cuatro mejores equipos del último lustro, una de las entidades más sólidas y pujantes del país, si no la más, y a sus más prestigiosos y premiados dirigentes, Alejandro Maron y Nicolás Russo, a ser codiciados candidatos para aquellos que ejercen el poder político, quienes por desprestigio personal y partidario necesitan vicarios de honor probado y caras nuevas. Tanto creció Lanús en estos treinta años que se ha dado vuelta la tortilla de Héctor D’angelo y Francisco Leiras.
Lamentablemente, en 2009 la bandera unitaria dejó de flamear a días de la asunción de Nicolás Russo. Una decisión sobre cuestiones de gestión desató la ira de Alejandro Maron contra el nuevo presidente, apenas unos días después de haber festejado juntos la victoria electoral. Pero como la victoria fue de la unidad, el encono de Alejandro lo ha convertido en un opositor solitario, puesto que los principales dirigentes de su agrupación forman parte de la actual conducción. Algunos muy destacados, como Norberto Solito, Daniel Fux y Roberto Vidal, miembros de la mesa chica, vienen trabajando codo a codo con Nicola y no comparten la idea de la ruptura. El propio Emilio Chebel, socio de Maron, está haciendo todo lo posible por evitarlo Quienes insisten y lo tientan a romper, una patrulla perdida de operadores de Internet de escaso vuelo intelectual, han creado en la red y los medios partidarios un micro clima anti Russo que no existe en el club sino de manera súper minoritaria. La muy concurrida convocatoria de Nicola para sostener la unidad, presentar a Beto Monje como candidato y pedir por última vez la reunión que defina el futuro de ambas corrientes políticas y del club, fue una muestra de esto. Pero quienes caigan en la poco confiable certeza de ser mayoría deben comprender que en la hipotética contienda no habrá ganador. Nada volverá a ser igual si medio club gobierna y la otra mitad ejerce la profusa, despiadada e insultante oposición que de manera anónima se puede implementar en soledad en la era digital.
Para seguir creciendo hace falta el aporte de todos, y la mejor manera de conseguirlo es que por ahora, ambos dirigentes se abstengan de ocupar cargos. Nicola ya lo hizo público; inhabilitado para cargos de conducción, desiste también de cargo menor alguno atento a la coyuntura. Alejandro está habilitado, pero más allá de las razones de cada parte, fue quien renunció a toda posibilidad de acercamiento. Durante todos estos años sostuve que jamás Alejandro Maron, una persona a la que aprecio y respeto, uno de los mejores dirigentes de la historia del club, sería el responsable de apartar a Lanús del camino correcto. Por eso, hoy que los tiempos se acortan dramaticamente, me permito recomendar que él y su agrupación comprendan que no puede ser candidato por la Unidad un dirigente que, más allá de sus grandes valores y cualidades que nadie puede discutir, durante los tres años de mandato de su sucesor, en la práctica, no formó parte de la misma. Para ser el presidente del club por la Lista Unidad, primero debería volver a ser parte de ella.