Por Marcelo Calvente
Le decían Poncho Negro. Es, con
Álvarez Vega, uno de los dos protagonistas de aquella gesta sin final feliz de
los Globetrotters que aun disfrutan de la vida, aunque a Benito Cejas ya lo
habían dado por muerto a los 21 años. Fue en aquella larga noche del 16 de
septiembre de 1955 cuando la
Libertadora depuso a Perón, y su nombre de soldado conscripto
figuró en la lista de muertos en combate. Pero el crack de Lanús había pasado
la noche donde pudo, y cuando a la mañana llegó a su casa, familiares y amigos ya
lo lloraban y el dirigente Guillermo Garrido aprontaba los trámites para
velarlo. Por suerte, la figura de un Lanús que ya daba que hablar, Benito Cejas,
estaba vivo y
Benito Cejas había nacido el 3 de febrero de 1934. A los 17 años ya
deslumbraba en Racing de su Córdoba natal hasta que alguien lo trajo a Lanús para
sumarse a la tercera división, y enseguida debutar en primera en 1952, con 18
años recién cumplidos. Tras la pobre campaña del 51, año en que retornó a
Primera, en 1952 en el plantel de Lanús soplaban vientos de cambio. Ya estaban Álvarez
Vega, Daponte, Emilio Fernández, Gil, Moyano y Urbano Reynoso, ya Guidi había
desplazado sin discusión a Strembell, ya comenzaba a escribirse la leyenda de
los Globetrotters, de la cual la historia de Benito Cejas es una página sugestiva
y premonitoria. En 1953 se suman Prato y
Beltrán por Calvente y Vivas, y luego llegarían dos futbolistas que le
darían al equipo el toque de distinción: En el 54 José Nazionale, el más lujoso;
en el 55 Dante Homérico Lugo, el de mayor habilidad y talento. Con Carranza,
que se suma antes del inicio del Torneo de 1956 cierra la nómina del equipo que
debió ser campeón y finalmente no lo fue.
Lo apodaban Poncho Negro por su parecido con un personaje de historieta que
irrumpía en la escena nacional, llevaba disputados 90 partidos y convertido 32 goles desde su debut en
primera con la casaca granate, hasta que el 17 de junio de 1956 su camino se
cruzó con el del malvado Pipo Rossi. Cuentan que unos días antes la Selección había
enfrentado a Lanús en un partido preparatorio, y que Cejas, pero sobre todo
Dante Lugo, con quien empezaba a formar una dupla esperanzadora, le habían
pegado flor de baile, con un par de caños incluidos. Rossi se quedó con la
sangre en el ojo. Durante los 10 primeros minutos de aquel River – Lanús lo buscó
con insistencia a Mandrake Lugo, que no se dejó encontrar, y a los 12 minutos
fue directo a quebrar desde atrás a Poncho Negro -convirtiéndose en el malo de
la historieta- con una acción artera que el árbitro no penó, y de la que el
periodismo se hizo escaso eco, a pesar de que su compañero de Selección, Pedro
Dellacha, manifestó indignado que Rossi había anunciado su venganza en el
vestuario, apenas terminado el amistoso con Lanús.
“A Cejas le cagó la carrera el hijo
de puta de Pipo Rossi” es la
sentencia escuchada mil y una veces en las calles de Lanús desde entonces y
hasta hoy. Sin embargo, 96 años de Fútbol
Granate, el libro de Néstor Bova, una vez más pone claridad al respecto:
Luego de la lesión, Benito Cejas estuvo convaleciente durante todo el 56, y recién
pudo volver en 1957, jugando 13 partidos y convirtiendo 4 goles. La
recuperación definitiva llegó en 1958, año en el que disputó 29 encuentros, con
10 anotaciones. No obstante, e increíblemente, al finalizar ese año fue dejado
en libertad por Lanús. En medio del descontento general por una frustración que
había dejado muchas secuelas en los hinchas granates, el club sufría el ocaso de
Los Globetrotters, y terminaría descendiendo a la B en 1961, 10 años después de su gestación como
equipo. Oscar Altruí, compañero y amigo inseparable de Poncho Negro hasta el
día de hoy, cuenta que un arrepentido Pipo Rossi lo visitó el día de su
operación y que Pepe Nazionale y Urbano Reynoso los sacaron a patadas de la
clínica. Cuentan que la factura le sigiuó llegando puntualmente con los años,
que la culpa lo persiguió hasta la hora final, y hoy se lo recuerda más por su
despiadada agresión a Cejas que por sus escasas virtudes como jugador y
persona.
El paso de Dante Lugo por Lanús fue meteórico y consagratorio: 50 partidos
y 23 goles, desde su debut en septiembre
del 55 hasta fines del 56, para pasar jugar en el Atlético Madrid, y luego de
un periplo por varios clubes de Colombia y Perú, recaló en Ferro y al final en Boca,
en ambos brillando en dupla con Antonio Garabal. Dicen que Cejas y Lugo se
entendían a la perfección, y que la lesión del primero y la pronta partida del
segundo impidió comprobar hasta donde habrían llegado jugando juntos. Lo cierto
es que a Poncho Negro, luego de un paso fugaz por Tigre, Pedernera se lo llevó
a Colombia para ser figura en el Tolima durante tres años más, entre 1960 y 1962,
cuando una rotura de meniscos lo llevó a un tempranero adiós a los 28 años.
A Benito Cejas aquella mítica lesión no le impidió continuar con su carrera,
aunque sí llegar a ser lo que insinuaba a los 22, al recibir esa plancha
asesina, y tal vez esa incógnita incluya la posibilidad de que con él en
cancha, Lanús se hubiese consagrado campeón por primera vez en su existencia.
No pudo ser, el primer título granate recién llegaría 51 años después, luego de
atravesar un largo y sinuoso camino institucional, con la vuelta olímpica de
los pibes de Ramón Cabrero en la mismísima Bombonera un inolvidable 2 de diciembre de 2007.