Escribimos esta nota en la noche del viernes pasado. De manera que pedimos a los lectores nos sepan disculpar si fallamos en el análisis anticipado de algún tema de la realidad nacional. Además dejamos dicho que en estos momentos hay tanto para decir que conviene ser muy prudentes en lo que hablamos y en lo que escribimos; en la utilización de las palabras y de los adjetivos calificativos. Tratamos, entonces, de predicar con el ejemplo. En principio, centramos nuestro modesto trabajo en el comentario de un aspecto de la actualidad nacional procurando colocar los términos en su justo lugar. ¿Tan grande es la distancia entre el moyanismo y el gobierno nacional como para caracterizar a las diferencias existentes como "enfrentamiento"? ¿O se trata de una discusión en voz alta durante la cual, por momentos, el tono se eleva, vuelan algunas trompadas y despues baja la espuma? Si bien es cierto que algunas acciones adoptadas por el sindicato de camioneros no se han distinguido por su suavidad también es verdad que hasta ahora la sangre no llegó al río.
Si realmente se trata de "enfrentamiento" o de "discusión acalorada" la respuesta la tendremos dentro de los próximos 20 ó 30 días. Mientras tanto reflexionemos con suficiente serenidad respecto a algunas cuestiones evitando echar leña a un fuego que, de crecer, sólo beneficiaría a los enemigos del pueblo.
No está mal que un dirigente sindical defienda los intereses de sus representados. Es lo que debe hacer. Moyano no habla de derrocar al gobierno. Reclama cosas que cree deberían ser atendidas. Pero la forma de realizar el reclamo ¿es la adecuada ante un gobierno elegido recientemente por la mayoría de los votantes que, como el de Perón en su momento, sin ninguna duda, ha beneficiado a los trabajadores más que cualquier otro?. Evidentemente no. ¿Alcanzan los dichos y las acciones de los camioneros y sus aliados para calificarlas de "destituyentes"? Esa calificación, a la luz de los hechos nos parece una exageración. Nos resulta difícil imaginar a Piumato, Plaini, Schmidt o Lobais comprometidos en un golpe de estado. Convengamos que estos dirigentes no son de la categoría de los personajes como Barrionuevo o algún otro impresentable de "izquierda" o de derecha capaces de decir las mayores estupideces y de cometer los actos más repudiables. Tampoco es entendible que algunos dirigentes sindicales que en su momento enfrentaron al menemismo y depués apoyaron al kirchnerismo peronista, hoy denigren al gobierno de Cristina Fernández de la manera que lo hacen. O que bloqueen las puertas de YPF a un mes de su nacionalización. El pueblo observa estas cuestiones con no poco desagrado. A nadie se le escapa que sobre reclamos justos aquí y ahora hay una disputa por el poder. Cosa que también es válida, pero teniendo en cuenta que en medio de esa disputa no debe quedar encerrado el pueblo sufriendo las
consecuencias de una lucha que, cuando
se realiza en el movimiento nacional, y específicamente dentro del campo popular, debe ocurrir sin afectar la tranquilidad de la inmensa mayoría de los argentinos que, en el marco de la democracia, decidimos por un gobierno y un rumbo hacia el futuro.
Lo fundamental es que los sectores que hoy discuten tengan en claro quien es el verdadero y principal enemigo del pueblo: el gobierno no lo es del movimiento obrero. Los trabajadores, por su parte, no deben equivocarse. Este es un gobierno que siendo la representación legítima del pueblo nos devolvió la dignidad. ¿O acaso vamos a comparar al gobierno kirchnerista con aquellos que nos sometieron y entregaron a la voracidad patronal con la complicidad de dirigentes sindicales traidores?. Los enemigos del pueblo argentino son los sectores concentrados de la economía y de las finanzas, los formadores de precios que provocan inflación, los monopolios de los medios de comunicación y los imperios que explotan y envenenan a gran parte del mundo. Los enemigos del pueblo no están en el actual gobierno ni en el movimiento obrero organizado. Por eso estos chisporroteos entre un sector del sindicalismo y el gobierno no tienen razón de ser. Y seguramente este momento será superado. Debe ser superado.
Por otra parte los nostálgicos del neoliberalismo no tienen motivos para demasiadas ilusiones porque tanto Cristina como Moyano no son santos de su devoción. Odian a la presidenta. Pero no quieren imaginarse que a algún muchacho camionero se le ocurra comprar sus alianzas de casamiento en la joyería Ricciardi o adquirir un mueblecito en Buenos Aires Design. Pretender sacar tajada de esta pelea, a los portadores y portadoras de cacerolas les puede costar más de una raspadura en las rodillas.
De todas formas alguna que otra escaramuza puede concretarse. La marcha programada por el sector moyanista para el miércoles 27 de junio -si finalmente se realiza- tal vez sea numerosa porque puede haber una mezcolanza extraña de laburantes, señoras y señores con perfumes importados, sectores de la "izquierda" boba, campestres ansiosos de ir por el repechaje y todos los que se sumen con el sólo fin de putear a la presidenta. Claro que cuando se descarne esa "concentración" -siempre que se lleve a cabo- los huesos no servirán ni para hacer caldo. Dificilmente resulte saludable un trago elaborado con ácido y agua mineral.
Lo que no tendrá éxito -creemos- será el paro dispuesto para esa fecha por el sector cegetista pues muchas organizaciones sindicales no participarán del mismo. Si dicho paro se lleva a cabo y no demuestra la contundencia con que algunos se ilusionan, las posibilidades de Hugo Moyano de quedarse con el santo y la limosna cuando se elja la nueva conducción de la CGT, quedarán severamente debilitadas. A partir de mediados de julio, probablemente se comience a escribir otra historia en el movimiento obrero dentro del cual la posibilidad de fracturas no puede descartarse. Pero veremos. La cosa está interesante y hay que seguirla de cerca. Mientras tanto no le demos de comer a las hienas.
(*) Miembro de Alternativa Socialista K