martes, 19 de junio de 2012

La transformación permanente


Por MARCELO CALVENTE


Es sabido que la magia que forjó la leyenda del fútbol argentino poco a poco se fue agotando, o mejor dicho, fue mutando. Siempre han crecido y seguirán creciendo en estas tierras los mejores futbolistas del mundo, pero ya no tienen la clase de Nazionale ni el talento de Manolo Silva. Han evolucionado de la mano del juego, y esa especie de genios con carencias de entrega hoy no llegan a primera. Para jugar en la argentina hay que correr, meter, escupir, tener garra y mucho coraje. Los que además de eso tienen algo más, mudan a otros destinos más rentables. En tanto, con equipos integrados por jugadores que están de paso mezclados con aspirantes haciendo sus primeras armas en la profesión, el fútbol argentino se las rebusca para ser una competencia emocionante e imprevisible. La
paridad de fuerzas entre la mayoría de los equipos presenta un escenario inexistente en otros puntos del planeta. La definición del Torneo Clausura 2012 es una de las más emotivas e inciertas que se recuerda, tanto en la lucha por el título como por la permanencia, e incluso involucrando en ambas circunstancias a una misma institución (Tigre) que puede caer en promoción y además ser campeón, o peor aún, tener que disputar una final con Arsenal, si es que ambos empatan sus partidos, e incluso un triangular  -si además Boca gana el suyo- en la fecha en que debería afrontar la validación de su categoría en primera división.
Pocas decisiones de Grondona fueron tan acertadas como la instalación de los promedios del descenso. La combinación con el torneo corto resulta un incentivo para aquel que necesita una gran campaña para zafar del descenso, porque sabe que eso significa también pelear por el título. Nunca como en el caso de Tigre esa hipótesis apareció con semejante contundencia. Otro tema influye en la competencia como un gran condicionante: Los mejores equipos suelen jugar Copas, y es sabido, intentar simultáneamente ganar los dos torneos no es posible, al menos hasta hoy nadie pudo. Boca apostó a los tres que tuvo que disputar y aún en los tres está en carrera, aunque la imagen que dejó el domingo ante Arsenal no augura nada bueno. Lanús apostó a la Copa y de manera tempranera quedó eliminado. Schurrer tiene contrato hasta diciembre,  lo que habrá que decidir es la conveniencia mutua de seguir adelante con dicho vínculo, atento a la poca adhesión popular que logró despertar entre los hinchas granates su figura escasa de carisma. Por lo tanto, lo mejor para todos sería que Schurrer dirija ante Newell’s su último partido en Lanús para descomprimir la situación.
Lo del público no es un tema menor, eso también está cambiando. De la mano de la profesionalización de la competencia, también el hincha común -el sostén del circo hasta la aparición de la TV como nuevo dueño- cansado de tanta desilusión y tanto desprecio por los colores por parte de los jugadores, fue perdiendo candor y paciencia para con ellos y para con los técnicos, los dirigentes, los periodistas, con otros hinchas, con mi prima y con tu hermana. En realidad, el mundo entero ha perdido la paciencia últimamente. Siete días atrás, el panorama de nuestro fútbol era el siguiente: Boca le ganaba a todos,  y el comentario general era: “¡Que culo que tiene Boca!”. Ganaba los partidos por poco o por penales pero pasaba,
 y después de tres años de sequía, haber obtenido el Apertura 2011 significó para sus hinchas que todo volvía por sus cauces. Por momentos la opinión pública made in Olé, La Red y el patético equipo periodístico del Fútbol para Todos se había convencido de que la triple consagración xeneize era inexorable, hasta que  la realidad apareció con el empate en Banfield y la derrota ante Arsenal en la Bombonera, dejando la imagen de la desolación y la impotencia,  y poniendo negro sobre blanco acerca de su futuro inmediato.
También el Nacional “B” termina con dramatismo: River se sentía ascendido y sus hinchas discutían sobre si había que festejar o no la vuelta a primera. De pronto la derrota en Santa Fe contra Patronato, las victorias de Quilmes e Instituto, sumado a la incomprensible derrota de Central en Arroyito frente a Chacarita por 3 a 1, los puso a los cuatro en línea de cara a la fecha final: El que gana seguramente asciende; el que pierde, tendrá que afrontar la promoción, hipótesis estremecedora sobre todo para Central y River, que ya se veían en Primera. En River ya no se discute si hay que festejar o no la vuelta a la “A”, hoy reaparecieron otros viejos temores.
Lo mas incomprensible de este doble e inesperado desenlace que tiene a River, Central, Boca,  San Lorenzo y Banfield como protagonistas en peligro, y a Tigre, Arsenal, Rafaela,  San Martín de San Juan, Instituto y Quilmes como los posibles muchachitos de la película, es que decretará el final de este tipo de competencia: Ya no habrá un campeón por semestre, ni dos promociones por año. No se difundieron con claridad los fundamentos de la medida, algunos dicen que es un paso previo al torneo largo, requisitoria del dueño del negocio, es decir el gobierno. Yo no estoy de acuerdo, el torneo corto y las promociones -junto con los promedios- eran lo mejor que teníamos, y estoy seguro que muy pronto los vamos a extrañar.